Capítulo 31

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Escuchar todo eso me hace temblar las piernas, y mi corazón se acelera.
-¡Quiero verla! ¡Quiero ir con ella! -digo entre sollozos-.
Antes de que me puedan responder, voy a la ambuláncia y de un salto subo. Aquellas dos camillas estaban ocupadas por 2 de las personas más importantes que habían pasado por mi vida. Mi madre, mi fiel compañera, la única que no me fallaba. Y Kevin, mi primer amor, pero no el último. Con él todo fue muy rápido, pasamos de todo a nada en cuestión de segundos y todos los sucesos me dejaron marcada.
Tomo con suavidad la fría mano de mi madre, que por suerte aún tiene pulso, y se la acaricio.
-No te preocupes mamá, te recuperarás, esto no será nada, ya verás. En un par de semanas estarás estupenda, ni te acordarás de lo que ha pasado. Estoy contigo, no me voy a mover ni un segundo de tu lado ¿vale? Te quiero mamá, te quiero mucho, tienes que ser fuerte porque yo sin tí no soy nada -le susurro, aunque no se si me escucha-.
Cierran las puertas y la ambuláncia arranca camino al hospital. No le suelto la mano a mi madre, y me quedo fijamente mirando su bello rostro, ahora un poco estropeado. Tiene un ojo morado, un pómulo inchado, la nariz y el labio sangrando... Está destrozada. En parte me siento culpable, en vez de esconderme tendría que haberme enfrentado a él, o haber actuado antes. De repente me sobresalto porque Kevin tose, tose muy fuerte varias veces, y escupe sangre. Dejo la mano de mi madre posada en su camilla, y la suelto lentamente.
Me quedo mirando a Kevin, que tiene todo el abdómen vendado seguramente por las acuchilladas. Después de todo no se porqué pero hago el intento de acariciarle la mano como en los viejos tiempos, pero mi subsconsciente actúa y la retiro rápidamente.
-Por favor -abre un poco los ojos y me dice con bastante dificultad al hablar-.
-¿Por favor qué? -le pregunto-.
-No pares -me dice, y cierra los ojos-.
La piel del brazo se le eriza cuando paso mi dedo índice por la palma de su mano.
Pensar que la persona que más odiaba ha sido la que ha salvado la vida de mi madre y la mía... Es ridículo. Pero algo así solo puede pasarme a mí, por supuesto. Jessica Ruiz y sus histórias. Cómo no. Más bien que histórias, desgrácias diría yo.
La ambuláncia para. Hemos llegado muy rápido, mucho mejor, más tiempo de recuperación. Las puertas se abren y tanto los de la ambuláncia como los policía bajan cuidadosente las camillas, y yo desde arriba les ayudo un poco. Cuando ya han metido las camillas para dentro del hospital el policía alto con el cual había hablado me alarga la mano para ayudarme a bajar, y se la cojo.
-Tu madre y tu vecino están en la habitación 27. Tranquila, todo saldrá bien -me sonríe-.
-Gracias -le respondo, y le devuelvo la sonrisa-.
De repente me viene a la mente mi padre. Mierda. ¡Con los nervios se me ha olvidado preguntar si lo han cogido o no! Mientras el policía se aleja de espaldas corro tras él.
-¡Rubén! -le grito desesperada-.
-¿Que ocurre? -se gira lentamente-.
-¡Mi padre! ¿Dónde está mi padre? ¿Dónde os lo habéis llevado? -pregunto exhausta-.
-Oh, vaya. Verás, cuando llegamos tu padre ya no estaba. Había un rastro de unas pisadas ensangrentadas que salían de tu casa. Seguramente huyó, o fue detrás de tí... Lo único que se es que lo encontraremos tarde o temprano, no te preocupes -me responde-.
Joder, otra vez no. Ese monstruo suelto otra vez a saber dónde, después de haber hecho algo así. No me lo puedo creer.
Desde luego, nunca estaré a salvo en ningún lado, ni en mi própia casa.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora