Capítulo 28

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Cuando me despierto me encuentro en la pared del comedor, con las manos atadas y una cinta en la boca. Noto como la sangre del golpe que me dió me resbala lentamente por la frente y la mejilla. Busco desesperadamente con la mirada a mi madre, y la encuentro en mi misma situación pero a unos metros de mí, en la esquina. Tiene el labio roto, la mejilla inchada y el ojo izquierdo morado. Mi madre me echa una mirada cómplice, como para tranquilizarme, pero ahora mismo soy incapaz de hacerlo.
Aparece mi padre bajando las escaleras con una maleta. ¿Para que querrá una maleta? Se pone frente a nosotras, y se ríe.
-Todo esto no habría sido necesario si desde un principio, como padre que soy, me hubieras dejado ver a MI HIJA -recalca el MI, y apunta con el dedo a mi madre-.
Se dirige a ella, y de un tirón le saca la cinta de la boca. Mi madre hace una mueca de dolor, pero intenta disimularla.
-¿Padre? -sonríe irónicamente- Padre es quien te cuida y te apoya, quien está siempre contigo para todo lo que necesites. Dime, Fabián, tú ¿que cosas has hecho por ella?
-Sin mí nisiquiera existiría, no seas zorra. Tú me quitaste a mi hija, y ahora voy a quitártela yo -suelta una carcajada.
-No serás capaz. No eras capaz de hacerte cargo de ella cuando tenía apenas 15 años, ¿vas a serlo ahora? Tiene 18 años, ya es una mujer. No puedes llevártela a la fuerza, y lo sabes -mi madre me mira de reojo, no se que pretende-
-¿Que no puedo? ¿Quieres ver como salimos ella y yo ahora mismo por la puerta, y no la vuelves a ver? Todo es tu culpa, Gloria. Tú pediste el divorcio, tu pediste este infierno -mi padre augmenta el tono de voz-.
-Que el juez me diese a mí la custodia no quiere decir que la culpa sea mía. Fuiste tú, quien comenzaste a beber y a ponerte violento. Fuiste tú quien llegaba a las tantas de madrugada, borracho, y tenía que soportar tus gritos y tus golpes. Jessica tenía apenas 15 años, no podía dejar que presenciara esas cosas -vuelve a mirarme de reojo, y entonces entiendo lo que quiere decir-.
-Era mi hija, y con eso bastaba. El juez me la suda, y la custodia también. Me la voy a llevar, y recuperaré el tiempo perdido con ella -sonríe, y mi madre agacha la cabeza-.
Se dirige a mí, se agacha y de un tirón me quita la cinta a mí también.
-¿Algo que añadir, princesa? -me dice mi padre-.
-Sí -le respondo, y le escupo en la cara-.
Me agarra de los pelos y me levanta, bien, eso es lo que quería. Con las manos atadas tras la espalda, cojo disimuladamente uno de los cuchillos que había en el mármol de la cocina, y le doy la vuelta para intentar cortar las cuerdas.
Mi padre me da una bofetada, pero aguanto. Sigo cortando la cuerda, hasta que por fin logro que se rompa. Por el suelo, se lo tiro a mi madre y logra cogerlo sin que él se entere.
-Ya está todo dicho -dice mi padre, sonríe y se da la vuelta para coger mi maleta-.
Aprovechando que está de espaldas, mi madre se abalanza sobre él y le clava el cuchillo en el homóplato derecho. Un grito de dolor y de furia inunda la casa. Fabián, se saca el cuchillo con la mano izquierda y da un grito. Tira el cuchillo contra el suelo, se gira, y da un puñetazo con todas sus fuerzas que impacta desgraciadamente en la mandíbula de mi madre. Mi madre cae al suelo como un plomo. Estirada e inconsciente en medio del salón, veo como comienza a sangrar por la boca y la nariz. No puede ser. Los ojos se me inundan de lágrimas. Me pongo de rodillas al lado del cuerpo inerte de mi madre, levantándole la cabeza.
-¡No! ¡Mamá, no me dejes! ¡Mamá, levanta, muévete, mírame! -digo entre sollozos-.
Pero no responde, y el mundo se me cae encima.

ObsesiónWhere stories live. Discover now