Capítulo 32

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Bueno, la verdad es que mi padre es lo que menos me importa en este momento. Mi madre y Kevin están gravemente heridos, están en una lucha contínua para seguir en esta vida, y yo estoy pensando en el asqueroso de mi padre. No vale la pena.
Sin pensármelo ni un segundo entro corriendo al hospital, quiero estar con mi madre, ya nada más importa, solo ella. De los nervios no recuerdo del todo el número de habitación, me parece que era 17. ¿O 27? No, no. 17. Abro de un tirón la puerta número 17 y me quedo embobada viendo a una jovencita de pie encima de la camilla, llena de tubos, y a quien parecía su madre sujetándola. Mierda, esta no era. Antes de cerrar la mirada de la niña me invade por dentro, me transmite alegría, ganas de vivir a pesar de estar enganchada a una máquina de la cual depende su vida, el latir de su corazón.
-¿Quien es usted? -me pregunta la madre, curiosa-.
-Esto... Disculpa, ya me iba. Me he equivocado de habitación. Siento molestar, lo siento mucho, de verdad -le contesto y voy a cerrar la puerta-.
-Oh, no. Tranquilízate, no molestas. Pasa anda, pasa. A Laila le has gustado -me sonríe y me hace un gesto con la mano para que entre-.
No quiero hacerle el feo a esa mujer de irme. Me ha invitado a entrar, no voy a negarme. Entro cuidadosamente, dando pasos nerviosos y torpes, hasta llegar al lado de esa mujer.
Me apoyo en la camilla, y la pequeña Laila alza su brazo derecho lleno de tubos y pinchazos para tocar con su diminuta mano mi mejilla. La deja posada unos instantes, y subo mi mano hasta cubrir la suya, y la estrecho contra mí. El frescor de su manita, la suavidad de sus pequeños dedos, me enternece y a la vez me entristece.
-Solo tiene 4 años ¿sabes? -me dice su madre, y agacha la cabeza- Solo 4 años, y no podemos sacarla de este infierno. Le ha tocado a ella, le ha tocado a mi pequeña pasar por este cáncer, y no sabemos cuánto tiempo le queda. Solo se que quiero disfrutar de ella hasta su último aliento, hasta que su cuerpecito resista.
El corazón se me encoje y un escalofrío recorre todo mi cuerpo al escuchar esas duras palabras. Tiene que ser duro perder a una hija tan pequeña con toda una vida por delante, y tener que vivir con ello el resto del tiempo. Yo creo que no podría.
-Si pudiese hacer algo por ella, de verdad, yo... Lo siento mucho -le cojo la mano a la mujer y se la estrecho-.
-No, no creo que puedas hacer nada jovencita. Su destino ya está escrito. Será un angelito más en el cielo, y no podemos remediarlo, es lo que le ha tocado. Es lo que nos ha tocado -una lágrima le cae de la mejilla, y siento mucha lástima por ella-.
Y entonces me viene a la mente mi madre. Joder, mi madre. Tengo que ir con ella.
-Yo... Gracias por dejarme pasar, pero debo irme, mi madre está hospitalizada y...
-Tranquila -no me deja acabar la frase- puedes irte. Gracias a tí, por dedicarnos esos minutos, por acompañarla en su recta final -me sonrie-.
Salgo corriendo de la habitación y me dirigo a la 27. Joder, me he entretenido mucho. ¿Cómo estará? Voy corriendo, pero por el pasillo veo 3 o 4 médicos entrando corriendo y cargados de material a la habitación.
-¡Rápido, las placas! -se escucha al doctor gritar-.
-¡Ha entrado en parada! -se escucha a una médica-.
-¡Sube a 250! -repite el doctor aún más fuerte-.
No me dejan entrar. Y entonces es cuando veo a los médicos rodeando a mi madre. Una de las médicas le sujeta una mascarilla de aire en la boca. Otra está al lado de la máquina de pulsaciones. La otra está al lado del doctor subiendo la capacidad de descarga de ese aparato. El doctor, sujetando las placas.
-¡Sube a 300, joder! -grita exaltado el doctor-.
Acercan las placas de descarga al pecho de mi madre y suena un 'Zzzzzttt'. Su espalda se arquea brutalmente, y en la segunda descarga igual, pero desde aquí no logro verle la cara. Sueltan las placas, y comienzan la reanimación con las manos.
-1, 2, 3. 1, 2, 3. 1, 2, 3 -repite el doctor-.
Mientras hace la cuenta, el mundo se me cae encima. No puedo creer lo que está pasando, el golpe que le dió mi padre ha sido tan fuerte que está combatiendo entre la vida y la muerte. Y yo aquí, sin poder entrar, sin poder sujetar su mano, sin poder mirarle a los ojos y decirle lo mucho que la quiero. NO. Mi madre se recuperará, estoy segura de que saldrá de esta igual que hemos salido de todos los inconvenientes que se nos han cruzado en el camino.

ObsesiónWhere stories live. Discover now