Obsesión

Capítulo 37

Llegamos al hospital y entramos corriendo. Íbamos directo a la habitación de mi madre pero una enfermera nos corta el paso.

-Supongo que serán familiares de Gloria, ¿verdad?Disculpen, pero ahora no puedo dejarles pasar -nos explica mientras extiende el brazo para que no avancemos- Dejen al doctor trabajar y esperen, por favor.

Los nervios y el dolor recorren mi cuerpo. No puedo parar de llorar. Saúl, sentado a mi lado, me sujeta con fuerza la mano, mientras con la otra se frota la frente como gesto de preocupación. Escuchamos gritos, diferentes voces, enfermeras y médicos que entran y salen...

-Todo saldrá bien, ya lo verás, tu madre es fuerte, puede con esto y con todo lo que le venga -me intenta tranquilizar, pero consigue todo lo contrario, preocuparme aun más-.

Me levanto de la silla porque no puedo estar quieta.  Necesito verla. ¡Necesito ver a mi madre! Escuchar su voz, agarrar su mano... La necesito. De repente, me doy cuenta de que todo se ha calmado. Ahora ya no se escucha nada. Me quedo fijamente mirando hacia el pasillo, y veo como un doctor camina pausadamente hacia nosotros. Saúl se levanta y nos acercamos a él.

-Lo siento mucho -nos informa, mientras se quitaba los guantes- Pero tu madre ha fallecido...

De repente, el cuerpo se me paraliza. Saúl, al escuchar las palabras, suelta un sollozo lleno de dolor. La piernas me fallan. Me agacho de cuclillas, con los codos sobre mis rodillas, y cubro con las manos mi rostro. Empiezo a llorar desconsoladamente. Espero que esto sea una puta pesadilla. ¡Por favor! ¡No es posible!

-Hemos intentado hacer todo lo posible para recuperarla, pero debido al fuerte traumatismo craneoencefálico que presentaba, durante la noche ha tenido un derrame cerebral, y para eso ya no hay solución -alarga la mano, y Saúl se la estrecha con la cabeza gacha- Mi más sincero pésame.

No me puedo creer que esto esté pasando. Mi madre está... ¡Está muerta! Empiezo a gritar, me caigo de rodillas al suelo y empiezo a dar golpes como una energúmena. Estoy fuera de mis cabales.

-Jessica -me dice Saúl, también entre lágrimas- Lo siento mucho -se agacha, y hace el intento de abrazarme-.
-¡No me toques! ¡Ni se te ocurra rozarme ni un pelo! ¡Todo es tu culpa! ¡Si hubieras venido cuando mamá te llamó, nada de esto habría pasado! -le golpeo el pecho repetidamente, pero me sujeta las muñecas y me mira fijamente-.
-Jessica, eso no es verdad, y lo sabes. Yo estaba fuera de la ciudad por trabajo. ¡¿Cómo lo iba a saber?! -empieza a subir el tono de voz, pero cuando se da cuenta, vuelve a suavizarlo- Cariño, créeme que me duele tanto como a ti haberla perdido. No sabes bien lo mucho que la quería. Ojalá no me hubiera ido y hubiese podido estar allí, pero no pudo ser, y las cosas han sucedido así. Piensa que una persona muere realmente cuando se olvida, y nosotros nunca vamos a olvidar a tu madre. Ella siempre estará con nosotros, aquí -y se lleva una mano al pecho, en la zona del corazón-.

Sigo llorando desconsoladamente, pero esta vez me refugio entre los brazos de Saúl, que me acaricia la espalda con la mano derecha y me abraza con fuerza.

-Ese cabrón pagará lo que le ha hecho a tu madre y a mi hijo. ¿Me oyes? -me mira a los ojos fijamente, puedo ver la rabia en sus pupilas-.
-¡Pues claro que lo va a pagar! ¡Ahora mismo lo voy a matar! ¡Vamos a buscarlo! ¡Llévame a su casa! -grito entre sollozos-.
-No, Jessica. Todo a su debido tiempo. La policía se encargará de él, confía en mi. Ahora debemos ir a casa, descansar, y darle a tu madre... El funeral que se merece -le cuesta pronunciar la última frase-.

¡¿Policía?! Este hombre está loco. ¡Y una mierda! Lo lleva claro si se piensa que voy a volver a mi casa y me voy a quedar de brazos cruzados esperando a que la policía encuentre a esa rata de alcantarilla, que a saber en qué rincón está escondido. ¡Yo misma me voy a encargar de él!