Capitulo 3

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"Te quiero en el vivir más cotidiano, con el sol y a la luz de una candela".
Elizabeth Barret Browning

La luz se filtraba de manera tenue entre las cortinas. Elizabeth abrió lentamente los ojos y, por un momento, no supo en dónde se encontraba. Uno de los brazos de su reciente esposo la aferraba de su cintura, mientras que ella reposaba su cabeza sobre el otro.
Lizzie sonrió. Últimamente lo hacía muy seguido sin tener un motivo concreto. Miró por un largo rato la habitación que había pertenecido a la madre de Fitzwilliam y que ahora era suya. Los cortinados y color de las paredes eran nuevos. Su marido había ordenado su redecoración después de comprometerse con ella.
Se veía diferente a la luz del día, los tonos beige resultaban cálidos y acogedores, algunos detalles en azul le daban el toque de color. Los bellos muebles eran de madera de cerezo, un tocador con espejo, un escritorio, unos cómodos sillones frente a la chimenea. A Elizabeth le gustaban las cosas sencillas y
ordenadas.
Se preguntó qué hora sería y recordando que había un reloj en la mesa de noche cercana a su marido, giró muy despacio para no despertarlo, hasta quedar frente a él. Estaba profundamente dormido, su
respiración era lenta, pesada, y el pelo le caía sobre la frente, tapando parcialmente sus ojos.
Lo miró dormir, parecía tan tranquilo y pacífico, era difícil darse cuenta que no era un sueño, que realmente era él. Sacó su mano de debajo de las cobijas y corrió el cabello de su frente. Luego, se acercó
y la besó, para bajar suavemente hasta sus labios. Su esposo sonrió, y sin abrir aún los ojos, dijo:
-No creo que exista una mejor forma de despertar- mientras la acercaba más a él.
-Buenos días señor Darcy. -
-Buenos días señora Darcy- respondió besándola- ¿Siempre tiene la costumbre de despertar tan temprano? Si es así, puede que me retracte con respecto a compartir su dormitorio.
-Me gusta ver como despierta el día y, además, sus ronquidos no me dejaban dormir-contestó con su picardía habitual.
-¡No es cierto!- exclamó en tono indignado.
-¿En nuestro primer día de matrimonio me acusa de mentirosa? Le aseguro que lo escuchó hasta Georgiana desde Londres. Los dos rieron. Darcy se preguntaba si todas las mañanas que despertaría junto a ella se sentiría tan dichoso.
Elizabeth se sentó en la cama y sintió un leve dolor que intentó disimular ante su esposo. Se colocó la bata y fue hacia el vestidor, lavó su cara y cambió el camisón que había utilizado en su noche de bodas, manchado por la consumación de su matrimonio, y tocó la campana para llamar a su doncella. Unos minutos más tarde, hizo su entrada.
-Buenos días Señora Darcy, ¿desea que le prepare un baño?- preguntó Susan.
-Sí, muchas gracias, estaré esperando en mi habitación, por favor golpeé mi puerta cuando esté listo. -
Dada la orden, volvió al cuarto donde su esposo descansaba. "Es atractivo hasta cuando recién se
despierta", pensó.
-Fitzwilliam Darcy, ¿piensa usted remolonear toda la mañana?
-Mmm... tal vez- respondió con voz ronca y sin abrir del todo sus ojos.
-Bueno, desconozco sus planes para hoy, pero yo espero darme un baño y bajar a desayunar. Creo que
usted debería hacer lo mismo...- comentó mientras cepillaba su cabello y lo miraba a través del espejo. A regañadientes, William se levantó de la cama, se puso la bata, caminó en dirección a su esposa, se paró detrás de ella e inclinándose, besó su cuello, erizando su piel. Luego le susurró al oído que la quería,
besó su mejilla y se retiró a su recámara.
Tres golpes a la puerta que comunicaba con su vestidor y la doncella que avisa que el baño está listo. Se sumergió en el agua caliente y se dedicó a procesar lo vivido en las últimas veinticuatro horas. Pensó en su esposo, en la noche anterior, en lo atento y comprensivo que se había comportado, en las nuevas
sensaciones que estaba conociendo, en la pasión que no podía controlar cuando lo sentía cerca...Un cubetazo con agua en su cabeza la trajo nuevamente a la realidad.
Luego del baño, su criada la ayudó a vestirse y le realizó un peinado sencillo, una trenza que rodeaba su cabeza. Estaba terminando, cuando su marido golpeó la puerta para escoltarla al desayuno. Bajaron del brazo hacia el comedor.
-Me perderé muchas veces en estos corredores, tardaré una eternidad en conocer Pemberley. -
-No te preocupes, mi amor, prometo buscarte cuando estés desaparecida- contestó Darcy, mientras besaba su mano.
El desayuno fue servido y ambos comieron en silencio. "Que hambrienta estoy", pensó, mientras observaba a su marido que presentaba un muy buen apetito.
Al terminar, Fitzwilliam le preguntó:
-¿Me harías el honor de acompañarme? -
-Sí, por supuesto.-
-¿No quieres saber a dónde nos dirigimos?-
-Cualquier lugar estará bien mientras esté en tu compañía.
Caminaron atravesando varios corredores hasta llegar a una puerta de doble hoja.
-Aquí es- anunció- Cierra los ojos.
Lizzie cerró los ojos y se dejó guiar hasta dentro de la habitación.
-Ahora...ábrelos.-
Libros. Miles de libros. Era la biblioteca más grande que había visto. Tenía para leer el resto de su vida.
-¡Oh William, es maravilloso!- exclamó colgándose de su cuello.
Su esposo la abrazó y ella quedó casi colgada de él. Fitzwilliam disfrutaba viendo que ella era feliz.
-Imaginé que te gustaría.-
-¿Gustarme? ¡Es magnífica! ¡Es perfecta! Elizabeth lo miró a los ojos, sus brazos todavía rodeaban su cuello, se paró en puntillas de pie y con sus manos lo obligó a acercarse a ella. "Es muy alto para mí", reflexionó, tendría que buscar alternativas para poder besarlo cada vez que quisiera. Lizzie se apoderó de
su labio inferior y enseguida su esposo se apoderó de su boca. Esa mañana, con él a su lado, no pudo concentrarse en la lectura. Sus labios, sus brazos, su olor, eran más cautivantes. ¡Nunca podré leer nada con él en la habitación! se dijo, mientras se rendía a los brazos de su esposo que la aprisionaban y a su boca, que exploraba la suya.

Secuela de Orgullo Y PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora