Capítulo 43

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El médico no tardó tanto en llegar como le pareció a Elizabeth. Durante todo el tiempo que lo esperó,


intentó en vano bajarle la fiebre y lograr que estuviera conciente. La Sra. Reynolds no se movió de su


lado. Kitty intentó ayudar, pero la joven estaba tan nerviosa y asustada, que no sirvió de mucho.


El doctor Gibson llegó cuando todavía reinaba la noche, aunque ya era la hora en que los sirvientes


comenzaban a levantarse para realizar sus tareas.


-¡Sr. Gibson!- exclamó Lizzie y las palabras salieron con alivio. Ahora que el médico se encontraba allí, se


sentía al menos, un poco más tranquila.


-Buenos días Sra. Elizabeth, ¿qué ha sucedido?- preguntó preocupado ante los visibles temblores que


sufría Darcy.


-Llegó ayer por la tarde de casa de Lord Matlock- dijo y automáticamente su angustia se incrementó al ver


la expresión del doctor a escuchar esto.


El médico se acercó a la cama y, tomándole el pulso, instó a la joven que siguiera su relato de los hechos.


-Apenas llegó, lo noté agotado. Culpé a los días de poco sueño y a la pérdida de su primo. Comió algo y


se recostó. Durmió muchas horas y, cuando despertó con gran sed, noté que tenía un poco de fiebre.


Pero volvió a dormirse y hace dos horas, descubrí que estaba así- sus ojos parecieron no poder con la


abrumadora pesadumbre.


-Elizabeth, debe intentar ser fuerte- le dijo el anciano, notando que estaba al borde de derrumbarse.


-Lo siento. Es que no ha despertado, le hemos puesto paños fríos en todo el cuerpo. La Sra. Reynolds me


sugirió echarle nieve, su única reacción fue seguir temblando.


-Está bien. Lo hicieron muy bien. Es lo que yo les hubiera pedido que hicieran. Me ahorraron un trabajo.


Lizzie esbozó una leve sonrisa de alivio al saber que había cooperado en algo para beneficiar a su


esposo.


-El pulso está acelerado y, después de lo ustedes hicieron, la fiebre debería haber disminuido- habló casi


en voz baja, como si estuviera diciéndolo para él mismo más que para las mujeres presentes en la


habitación.


-¿Tiene lo mismo que su primo?- preguntó ansiosa.


-No puedo decirlo aún. Yo no traté al Sr. Fitzwilliam, pero tengo entendido que sufrió de una fuerte gripe


que está afectando a Londres. Sin duda, la fiebre me hace pensar que puede ser. Pero los síntomas han


aparecido demasiado pronto.


Elizabeth suspiró, creyendo que las palabras del médico eran buenas. Esa sensación de momentáneo


consuelo, se evaporó al observar que el Sr. Gibson la miraba con inquietud en los ojos color olivo.


-Mi querida, siento haberle dado la sensación que es un motivo de alivio el que no sea la gripe. El no


saber qué es lo que le está provocando esta fiebre no me ayuda a saber cómo tratarlo adecuadamente.

Secuela de Orgullo Y PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora