➳ 27 | Respiro | ➳

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El alcohol podrá ser dañino pero joder... si que es efectivo.

—Otra vez—la voz demandante de Alexey a mis espaldas me ordena.

Recojo el cuchillo del suelo y al levantar mi torso veo el cuchillo de él en el centro del blanco.

—Es mucho más sencillo si lo quitas, ¿lo sabes no?—le cuestiono obvia mirando su cuerpo firme y de brazos cruzados en el mismo lugar desde que llegamos.

—Llevas meses aquí y nunca le has dado—niega—. Mientras más te quejes menos lo lograrás.

—¿Ley de atracción?—frunzo el ceño mientras camino hacia él—. ¿Ahora quién eres?, ¿Tatiana?.

Rueda los ojos verdes como un gesto típico de él.

—Es tu problema, pero seguiremos haciéndolo hasta que le des al maldito cuchillo.

Sí, ese cuchillo sigue ahí jodiendome la vida desde hace como ¿dos meses?. En cada entrenamiento con él hacemos distintas cosas cada vez pero la hora dedicada a esto jamás falta.

Yo estoy en mis días y como ando más insoportable de lo común, últimamente que cualquier persona respire... me irrita.

Continuamos los treinta minutos que quedan poniéndome desde posiciones diferentes, otros ángulos, lo lanzo de forma distinta, cambio el brazo, ejerzo más o menos fuerza. Cada vez que fallo frunzo los labios con la decepción atravesando mis ojos.

Los nervios me atacan y se me cae el cuchillo cuando las manos me tiemblan. 

Mi cuerpo experimenta las cosas de antes a mi mente la atacan los recuerdos pasando como  flashes. Aterrorizando mi mente tal cual una pesadilla que se reproduce una y otra vez.

Un suspiro ahogado sale de mis labios cuando la frase me hace dejar de parpadear.

—Todo—dijo él.

Siento como mis piernas son de gelatina y mis rodillas se doblan amenazando con lanzarme al suelo. Siento como Alexey me toma de atrás los codos.

—Raven—siento como si no oyera nada, como si todo lo demás fuera algo lejano.

Cierro los ojos un segundo, respirando hondo intentando controlar mis pulmones y alejando de mi cabeza esos recuerdos que me invaden cada que las manos me sudan, cada que mis piernas tiemblan y mi corazón se acelera.

Los abro tranquilizándome.

El aliento mentolado de Alexey está en mi nuca y volteo mi rostro mirando de reojo su perfil.

—Estoy bien—digo.

Él no me suelta.

—Bien—bufa con ironía.

Su nariz recta y sus largas pestañas en mi campo de visión me recuerdan que a pesar de ser un hijo de puta, la belleza nunca falta en su apellido.

Me suelto de sus grandes y musculosos brazos cuando un escalofrío me recorre la espina.

—Continuemos.

Seguimos entrenando y intentando clavar el cuchillo pero las miradas sospechosas y amenazantes del pelinegro no faltan. Curiosas y descuidadas, sin esforzarse por ser discreto, dejándome claro que no se cree mi palabra.

No tiene que pasar eso otra vez.

Son pequeñas muestras de vulnerabilidad que no he dejado que nadie vea y mucho menos debo dejar que ellos en especial lo noten. Más que todo porque nunca me he demostrado débil ante nadie, ni siquiera a mi propia familia y mucho menos lo haré frente a los idiotas que me joden la vida.

ARMAS LETALES © [ Despiadados I ]Where stories live. Discover now