Capítulo 20. El karma sí existe

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Como nos dijo el amigo de Karter y Amaya, El Trazo no estaba tan lejos de la universidad, a penas duramos veinte minutos de camino entre una amena conversación y al terminar de comer nuestros dulces comprados en la tienda

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Como nos dijo el amigo de Karter y Amaya, El Trazo no estaba tan lejos de la universidad, a penas duramos veinte minutos de camino entre una amena conversación y al terminar de comer nuestros dulces comprados en la tienda. Como si fuera un indicador de llegada, sentimos una brisa movernos el cabello al estar a pocos metros, ya se podían ver los pinos a las orillas de la carretera justo en la curva que había para descender a un muelle aparentemente construido con la finalidad de disfrutar la vista.

—Chicos, si quieren podemos alquilar un pequeño bote para cruzar al otro lado, ¿les parece? —George señaló a un lado, donde se encontraba un pequeño kiosco de madera con una chica dentro.

Nos miramos entre nosotros y asentimos casi al instante, sería divertido tener ese tipo de experiencia si se trataba de turismo y por suerte, Karter y yo teníamos los dichosos «botones de oro» para becados, no tendríamos que pagar por el alquiler, consideraba que Amaya tampoco lo haría por ser también becada, pero George sí debería hacerlo.

Tomó un rato mientras el chico cumplía con la solicitud del grupo. Mi mellizo, la morena de ojos azules y yo conversamos un momento de lo lindo que podrían ser los paisajes desde dentro del lago considerando su tamaño, a lo que aparentemente parecía ser un kilómetro se veía una isla, pero que era parte del atractivo del paseo. Era ir y volver en menos de una hora de seguro.

Nuestro compañero volvió con las boletas, solo resaltándonos que había una alta posibilidad de que dos de nosotros irían en otros botes. Cada bote solo tenía cupo para dos personas, uno remaba y otro a lo mejor ayudaba o solamente contemplaba la vista del paseo, eso dependía de los que lo hicieran. George nos dio un boleto a cada uno y se quedó con el de él. Así bajamos hasta donde se suponía que estaban las barcas por una escalera de madera que bajaba por la colina hasta la unión de agua con la tierra algo aplanada en simulación de ser una playa natural.

Otra tienda con los dichosos atractivos turísticos estaba en el mismo muelle, con las maderas flotantes atadas a un lado para que no se alejaran por el agua. Había otras personas allí, además de nosotros, creía que al ser un día de semana este sería menos concurrido, pero me había equivocado.

Dos filas cortas por géneros avanzaban hacia su destino, Amaya se colocó delante de mí, mientras que Karter y George en la otra fila, ellos estaban un paso por delante de nosotras. Seguíamos avanzando a la vez de que veíamos nuestro alrededor, me había enfocado bastante en la vegetación tenue a las orillas de la ciudad, pinos bastante fuertes que denotaban tiempo de conservación. No supe cuando la fila se había deshecho tan rápido y me dio la oportunidad.

«Quizás pueda utilizarlo de inspiración, me da la sensación de estar en un bosque a pesar de tener todas estas casas cerca».

Al darme cuenta, George le tocó con otra chica que estaba delante de Amaya, mientras que a la susodicha le había tocado con mi mellizo. Eso significaba que la otra persona que le tocaba con un desconocido era a mí.

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