Capítulo 47. La increíble Somerville

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El olor a sangre me tenía paralizada

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El olor a sangre me tenía paralizada. Todo era difuso mientras los sucesos se presentaban frente a mis ojos me tenían atónita. Su cuerpo se dejó caer al piso para derramar sangre por montones a la vez que tosía groserías casi inaudibles. Unas manos me tomaron de los brazos para alejarme del acontecimiento.

Lohan se encontraba al lado mío, viendo con aturdimiento lo mismo que yo. Alguien le había disparado al hombre que nos apuntaba con tanta seguridad luego de una amenaza propia de un posible asesino. ¿Y quién lo había matado?

Su figura se vio luego de que el hombre cayera en sus rodillas cuando el líquido oscuro brotó de su pecho, salpicándonos en el paso. No se distinguía a la quien fuese nuestro salvador, pero su voz nos hizo conocerle.

—Diablos, salpicó mi nuevo revolver.

Era Conley.

Ella se aproximó mientras Lohan recuperaba el aliento al saber que era una persona conocida, al estar lo suficiente cerca de nosotros bajó el arma y mostró una sonrisa que nunca había visto en su rostro junto con unos lentes de apariencia extraña.

—Tienes suerte de que te debía una Lohan.

—¿Conley? —A pesar de saber que era ella, aún parecía no creer que fuera ella la que estuviera frente él y que haya hecho eso.

—¿Quién más podría salvarte el pellejo como ahora imbécil? —Ella miró a un lado por unos segundos y arrugó las cejas—. Viene alguien, de seguro al escuchar el disparo quieren también divertirse. Vayan con mi chofer, los veré en mi casa.

No pude reaccionar bien cuando el castaño me llevó con él hacia uno de los autos estacionados. Subimos en la parte trasera, no sabía si ese era el auto correcto, pero si Lohan se había montado era porque lo conocía. Pasados unos segundos, un hombre de pelo crespo subió al lado del piloto en silencio y encendió el motor.

—Agáchense en el piso hasta que yo les diga.

Con las palabras del hombre nos acomodamos donde nos indicó y él arrancó. Pasaron unos minutos en el que el auto se removía de un lado a otro, cada vez parecía esquivar algo, se movía con bastante rapidez en la carretera y parecía estar acostumbrado a este tipo de situaciones.

Los ojos se me cerraron por un momento cuando el auto se detuvo, pestañeé para disipar un poco el sueño.

—Ya llegamos.

Bostecé mientras me levantaba para quedar en los asientos, Lohan lo hizo después de mí y se bajó. Miré por una de las ventanillas antes de abrir la puerta y salir lentamente, otra vez estaba frente a aquella puerta de cristal de la casa más ostentosa de toda la ciudad.

El chofer se colocó detrás de nosotros y caminó para adelantarse, indicándonos el camino que seguiríamos por dentro de la casa. Todo lo que había en esas paredes era grande y con suficientes posibilidades de ser más costoso que toda mi ciudad natal. Sí, había estado antes ahí por las fiestas de todos los meses en los primeros sábados. Pero por dónde había caminado el chofer para que continuáramos no era un lugar que había pasado antes. Dejamos el salón detrás, subimos unas escaleras y andamos por unos pasillos aparentemente hechos de mármol por completo, desde el piso hasta el techo.

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