〘Capítulo 2〙

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El chico frente a mí, sonríe y recuesta su cabeza contra la pared, cuando ambos en silencio oímos la voz de Larry, enojada.

Por un momento soy consciente de que estamos uno frente al otro, y que el chico tiene su mano sujetando mi brazo y la otra cubriendo mi boca, mientras yo lo observo alarmada.

Él me mira y suspira, sonriendo.

—Música para mis oídos —acto seguido, quita su mano de mi boca y luego me observa con detenimiento y una pizca de curiosidad.

Yo lo observo de la misma forma, con curiosidad y un poco nerviosa.

Observo sus manos, y noto que trae un par de anillos, pulseras de cuero en sus muñecas y anillos en las manos, dos en la derecha y uno en la izquierda.

En un momento noto que no tengo el papel de mis horarios en la mano, y lo veo en el suelo, luego de que se me haya caído.

Así que me inclino para tomarlo.

Sin embargo, el papel abandona mis manos y acto seguido, el chico lo sujeta y lo lee.

—¡Ey! —me molesto por el hecho de que me lo haya quitado, y me genera curiosidad verlo leer mis horarios. Luego levanta la vista y me observa.

—¿Eres nueva? —inquiere con su voz grave y yo me aparto un poco de él, dispuesta a irme. Le quito mis horarios sin decir nada y sujeto el pomo de la puerta.

—No, yo vengo a este instituto de locos desde antes de que nacieras —ironizo.

—Ajá.

Retiro lo dicho.

Están todos locos en este instituto.

—Me voy, me debes unos minutos perdidos de mi vida. Gracias por nada. Adiós —hago el ademán de abrir la puerta, destrabandola ya que él le puso la traba al entrar.

—Si sales va a pensar que fuiste mi cómplice —murmura con altivez y burla—. ¿Quieres un castigo tu primer día? —él finge que medita y yo quiero encestarle un golpe—. Eso no habla bien de tí Gianna Morrigan —niega con la cabeza.

Me detengo a medio camino y suspiro con resignación.

Tiene un punto el loco este.

—¿Siempre eres un grano en el culo? —pregunto molesta.

—Tal vez.

—Tengo que buscar a mi tutora —respondo, debatiéndome si salir o no.

Lo que menos quiero es tener una sanción el primer día por disque ayudar al pirado este a jugarle una broma a Larry.

En ese momento, veo que una figura aparece del otro lado de la puerta, y puedo distinguirla con dificultad detrás del vidrio esmerilado. Sin embargo, es Larry.

El chito toma mi brazo y tira de mí hacia un costado, para que él no me vea.

—Shh —me dice, haciendo una seña, poniendo su dedo índice sobre sus labios para que yo guarde silencio.

Obedezco, parada a su lado, con su hombro tocando el mío mientras nos apoyamos en la pared de al lado de la puerta.

—¡Hades sal o te juro que hablo con tu padre para que te expulse!

—¿Quién es Hades? —inquiero en un susurro para mí misma. Y entonces, noto que el chico a mi lado me escuchó.

Yo lo observo con confusión.

—Creo que te caíste de la cama cuando eras bebé —murmura y luego me tiende su mano derecha, la cual con mucha duda sujeto, sintiendo el calor de su suave piel—Hades, Gianna, Gianna, Hades —finge que nos presenta una persona imaginaria y entonces como una tonta caigo en cuenta que él es Hades.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora