〘Capítulo 4〙

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La clase se volvió eterna, y aunque quise no pude concentrarme mucho en ella, solo conté los minutos para que termine y así perder de vista al idiota de Hades. Apenas sonó la campana escapé como alma que lleva el diablo y ahora estoy esperando que Alex salga para que me diga donde está el mapa del instituto.

Recuerdo haberlo visto en una pared, así que lo mejor que puedo hacer es ir a tomarle una fotografía y guiarme yo sola, al menos hasta que recuerde las ubicaciones de las aulas. El instituto es de dos pisos, y es tan grande que ocupa media manzana, y la otra mitad es para el gran patio que tienen. Según mi abuelo es el único en el pueblo, y vienen chicos de los lugares aledaños, por lo tanto hay multitud de personas variadas pero un tanto aburridas.

O al menos no tan coloridas como me acostumbré a ver en la ciudad, con mi amiga Magnolia solíamos pasar el día paseando, yendo al cine, a parques de diversiones, a conciertos y todo lo que sea relacionado con salir a divertirnos. Claro que Magnolia se quedó en la ciudad y a mi me raptaron mis queridos abuelos al aburrido pueblo en el que nací. Según ellos, querían volver y sentirse más cercanos a mi padre.

Él murió hace dos años, pero yo no vivía con él, sino que me criaron mis abuelos. La razón me es ajena, no pregunto porque lo hice tantas veces que me acostumbré al silencio.

Yo veía a Luca Morrigan solo en las vacaciones, hasta que dejó de ir a verme y yo tampoco sentía esa conexión padre e hija que se supone debería sentir. Solo con mi abuelo forjé ese vínculo. Es por eso que venir un día a este pueblo a llorarle a la tumba de un padre ausente era un tanto... surreal. ¿Saben a lo que me refiero?

Sentí un poco de culpa, ya que después de todo era mi padre y tal vez debería haber llorado un poco, siquiera una lágrima pero no fue nada. Lo viví como un día normal y fue la primera vez que vi a mi abuelo llorar. Fue un segundo, porque siempre se mostró firme y recto ante el ataúd de su hijo muerto. Y yo solo esperé a un lado mientras personas desconocidas para mí me daban el pésame.

Alex no tarda en salir, y cuando lo hace siento que me busca con la mirada, para luego observarme con curiosidad.

—¡No jodas Gian! —su tono de voz es entre emocionado y confundido—. Ay que esto es super loco, bien cuéntamelo todo que estoy preparada —se pone seria esperando que hable y yo la observo con curiosidad y diversión. Ella camina y yo la sigo, notando que Hades acaba de salir del salón de clases y se quita los anteojos cuando sale por la puerta.

Me ve parada a unos metros de la puerta y me observa con una sonrisa burlona, para luego irse mientras las chicas del instituto pasan de él.

Hades es extraño, porque parece tener algo que repele a las personas.

Alex nota que lo observo y entonces me toma del brazo para que caminemos en sentido contrario.

—Ay no —murmura y yo la observo.

—¿Qué? —inquiero con perspicacia. La chica de ojos cafés de pronto se ve seria, tal cual una persona que está observando la hoja de un examen, con ecuaciones matemáticas imposibles de resolver.

—Ya te vi y solo tengo que decirte que no, ni en tus sueños más cochinos Gin —parece ciertamente alarmada, asqueada y asustada. Todo en la misma bolsa de expresiones de Alec. Me resulta un tanto peculiar su actitud, pasó de verse super alegre y con expresión soñadora mientras esperaba que le hable de Nika a ponerse seria y parecer que adquirió el espíritu de la señora que dice "No hiciste tu papeleo anoche".

—No entiendo a qué te refieres.

Alex se detiene frente a mí, cortando mi paso. Eso hace que tenga que dejar de andar para no chocarme con ella.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora