〘Capítulo 32〙

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El respirar se siente rasposo, como si hubiera bebido agua hirviendo sin filtros o como si hubiera tragado piedras. Y el pecho me arde cuando mi cara torácica se eleva en cada inhalación. Siento algo parecido a alivio cuando el aire abandona mis pulmones pero la tortura se repite segundos después cuando vuelvo a respirar.

La nariz también me arde por el agua que expulsé por allí y me siento extrañamente cansada. Es decir, parece que casi morir ahogada es agotador, tanto que apenas percibo cuando Aaron me deja en la camilla de la enfermería.

Tal vez hubiera sido útil que hubiera estado el enfermero, pero mientras tanto como nosotros dos, y mis dos amigas las cuales se encargan de ayudarme.

—Yo voy por ropa seca —dice Alex asustada y me observa desde la puerta. Yo le enseño el dedo pulgar mientras esbozo una mueca similar a una sonrisa.

—Ay Dios, ¿Cómo te sientes? Ay que me muero, me muero, me muero —hiperventila Mag caminando hacia los lados. Algo en mí le llama la atención y me quita mis zapatillas.

—Mag, puedo quitarme las zapatillas yo —le digo con la voz rasposa y con cierto dolor al hablar, que me obliga a pasar saliva con fuerza. Ella posa sus ojos celestes en mí y me observa asustada tomándose de la cabeza.

—Es que tú no te viste, no te viste en absoluto. Estabas inconsciente y yo sentí que me iba a morir contigo —veo que sus ojos se llenan de lágrimas y exhala con fuerza. Luego observa a Aaron quien está de espaldas a nosotras sacando un par de cosas de sus bolsillos. Entre eso puedo identificar un móvil, que no tengo dudas de que está roto al igual que el mío. También saca una billetera empapada y nada más.

La ropa está pegada a su cuerpo, y su cabello aún escurre algunas gotas de agua. Puedo ver su espalda fuerte y marcada, pero me distraigo cuando oigo a Mag.

—Oye, gracias por salvarla —le dice a Aaron. El chico de ojos oscuros y expresión de fastidio la observa de reojo y asiente con la cabeza. Ella vuelve a verme a mí—. Voy a llamar a tu abuelo, tienes que ir al hospital.

—¿Para qué? Si estoy bien.

—Para que vean tus pulmones, Dios, casi te mueres Gigi. No seas cabezota ahora porque sino te voy a tener que golpear hasta que entres en razón —amenaza apuntándome con su dedo índice.

—Está bien, está bien —pongo los ojos en blanco con gracia y luego la veo negar con la cabeza.

—Vuelvo en un segundo —me dice y luego me da una última mirada antes de salir del cuarto de enfermería. Entonces observo el techo blanco, con un foco y giro la cabeza cuando siento un movimiento. En ese momento veo que Aaron mira la puerta y lleva una de sus manos a su espalda, para buscar en la cintura de su pantalón y sacar un arma, plateada y muy parecida a la de Hades, para luego envolverla en una venda que acaba de sacar de los cajones del escritorio y que parezca un paquete.

—¿Traes armas al instituto? —inquiero y él se gira para observarme de perfil. No dice nada, y solo deja el arma sobre la camilla a mi lado mientras yo me siento con dificultad. Necesito dormir una siesta.

Él ahora está de frente a mí, pero no me mira, solo se concentra en quitarse la remera negra que traía puesta y la escurre dejando que el agua salpique el suelo. Veo la tensión en su cuerpo marcado, musculoso y lleno de tatuajes en su piel tersa y firme. Paso saliva al ver de cerca la cantidad de tatuajes en él, que lo hace ver como una pintura. Luego se la vuelve a poner, y esta vez no se le pega al cuerpo.

—¿No has pensado en hacer una masacre? —inquiero con curiosidad y él levanta la vista para verme.

—Parece buena idea si empiezo por tí —murmura con maldad y yo sonrío con pesadez.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora