〘Capítulo 11〙

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Hades volvió con mi ropa, la cual encontró en un cesto de basura. Así que me visto mientras él espera afuera del cubículo y luego, cuando salgo, lo veo esperar de brazos cruzados.

Caminar duele, así que lo hago lento. Y Hades lo nota, entonces me observa con diversión.

—Vamos, ya casi cierran las puertas —me dice y yo asiento, caminando a su lado con malestar.

No volveré a follar en la vida.

Esta vez fue suficiente.

Cuando llego fuera del instituto, Hades camina hacia una motocicleta y yo abro los ojos asombrada por el hecho de que tenga una motocicleta, y asustada porque pretende que me suba.

La motocicleta es parecida a la que mi abuelo compró para mí. Es negra y solo tiene un casco del mismo color colgado.

Hades se gira y me mira contemplar el vehículo.

—No sabía que tenías una moto —expreso y él sonríe.

—Soy un bad boy —me guiña un ojo y luego me tiende el casco para que me lo ponga. Yo lo hago y él se sube a la motocicleta, girándose para verme hacerlo.

—Eres un capullo.

—Uno bastante sexy la verdad.

Lo hago con cierta dificultad y dolor.

—Sujétate —me indica cuando pone la llave en el contacto y luego enciende el motor, lo cual logra que la máquina vibre bajo mi cuerpo.

Me sostengo al asiento de la moto, y cuando la enciende siento que me caigo, entonces él lo nota.

—Sujétate a mí chica promiscua —ríe y yo suspiro, aceptando y él entonces avanza apenas siente que mis manos rodean sus cuerpo.

Se siente caliente al tacto, pero segundos después, con el viento en el rostro la sensación es distinta, totalmente distinta.

Es la primera vez que me subo a una motocicleta, y se siente tan genial.

El viento en el rostro, sobre la piel y el cabello revuelto. Es genial.

Hades sortea un par de autos y luego, estaciona a una manzana de distancia de mi casa, detrás de un automóvil aparcado en la calle.

Se gira para verme y yo lo observo a él con confusión.

—¿Por qué paramos aquí? —inquiero confundida y él me observa de costado, con una sonrisa.

—Tengo que volver al trabajo —dice y asiento con la cabeza—. Ya es tarde y tu abuelo va a ir a la tienda y yo no voy a estar.

Asiento con la cabeza y me bajo confundida. Pero entiendo lo que me dice.

—Anda, ve a casa —murmura y y luego pasa una mano por su cabello negro, desenredandoselo con los dedos.

El piercing en su nariz brilla con el sol, y el aro de acero negro que pende de su oreja también resalta. Más aún la cruz que tiene el aro.

—Está bien —asiento quitándome el casco y luego empiezo a caminar.

—¡Ey! —su voz me detiene a unos metros así que me giro a verlo, llegando a la esquina.

Él continúa en el mismo lugar mientras me observa.

—¿Qué? —inquiero confundida.

—Hoy estás más fea que ayer —ríe y yo le enseño el dedo medio.

—¡Capullo!

—Chica promiscua —sonríe y luego se va, por el lado contrario al que vinimos.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora