〘Capítulo 37〙

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Abro los ojos grandes de la sorpresa al oír a Nika llamar por mi nombre mientras pide auxilio y camina lentamente con un arma con silenciador observando hacia el camino. Mientras tanto, el aroma a sangre fresca remueve mi estómago, sintiendo el cálido y espeso líquido de la bilis subir lentamente por mi garganta.

La mano de Hades aún tapa mi boca, dejando libre mi naríz para que pueda respirar. Mi corazón late tan fuerte que siento que el pecho me duele con cada bombeo. Mientras Nika avanza lentamente, con pasos cautelosos y cuidados me enfoco en Hades, quien lentamente se aparta, destapando mi rostro.

Me mira serio e inexpresivo, y sus ojos plateados lo hacen ver animal. Antes de hacer cualquier movimiento él levanta su mano derecha, y pone el dedo índice a la altura de sus labios para indicarme que haga silencio. Al hacer ese movimiento, noto que no solo sus dedos, sino su mano entera tiene sangre que ya empieza a secarse pero que en algún momento escurrió por su antebrazo pálido y tatuado. Sus anillos negros están rojos por las gotas acumuladas en las endijas, y sus pulseras corren con la misma suerte.

Mi rostro se siente ligeramente mojado, así que mis labios entreabiertos en busca desenfrenada de oxígeno tienen sangre que no tarda en secarse.

Hades me sonríe entre la oscuridad de forma maquiavélica, mientras se quita el arma que carga en la cintura con la mano izquierda mientras que la derecha aún me indica callar y luego, cambia el arma de mano y yo parpadeo intentando volver en mí, sin embargo, no encuentro más que confusión, que aumenta cuando Hades mira hacia Nika con deseos de sangre.

La corteza del árbol en mi espalda se siente fría y rasposa, así que esa fricción dolorosa me hace recordar que esto no es un sueño. Noto que mi pecho sube y baja de forma errática, y el aire a nuestro alrededor no me parece suficiente.

Un mechón de cabello castaño me tapa un ojo, así que lo hago a un lado como si fuera un telón impidiéndome el respirar. Cierro los ojos con fuerza, y paso saliva, tragando la bilis. Llenando el vacío con el ronido de mi respiración y el aire caliente secar mi garganta.

Mis manos se siente de repente húmedas, y vuelvo a pasar saliva, esta vez sintiendo mi lengua pesada.

—Hades... —susurro por lo bajo, al ver sus intenciones de ir tras Nika quien acaba de pasar caminando y se pierde entre los árboles de copa puntiaguda, como si fueran una especie de pinos que filtran la luz de la luna, dejándonos en completa oscuridad—. Me- me voy al...

—Espérame un segundo nena solo voy a ir a jugar —ordena con una sonrisa perversa en el rostro y su voz sale ronca y con un tinte divertido, pero antes de que él pueda seguir caminando siento que todo alrededor da vueltas y de repente me siento más liviana.

—Hades... ayúdame... —no llego a decirle que siento que me voy a desmayar cuando ya es tarde.

El chico de ojos plateados me mira con confusión, y su sonrisa se borra un poco cuando parpadeo y de repente todo se vuelve borroso. Segundos después, veo a Hades moverse rápidamente y sujetarme antes de que mi cuerpo caiga al suelo. Y lo siguiente que llego a percibir es como todo a mi alrededor se vuelve negro y los ojos plateados del mismísimo rey del inframundo.

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El calor cubre mi cuerpo, mi piel es acariciada por una suave textura, cálida y pesada. No tardo mucho en ser consciente de mi cuerpo, cuando lo hago noto que estoy sobre una superficie suave y reconfortante que se hunde bajo mi peso.

Mis manos descansaban sobre mi abdomen, y mis pies desnudos están cubiertos por una tela. Apenas abro los ojos me siento en la cama, asustada por el vestigio de una pesadilla, donde por alguna razón, yo estaba cubierta de sangre.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora