〘Capítulo 24〙

72.1K 5.2K 4.5K
                                    

Paso saliva con fuerza mientras camino con las manos esposadas a mi espalda y la respiración entrecortada por lo que me acaba de decir.

Me encanta cuando te vuelves loca.

¿Cómo hago para no sentir nada si me dice cosas así? Como si supiera perfectamente qué decir para poner patas arriba mis emociones.

—Pues que te encante tu novia, capullo —mascullo intentando caminar, pero fracaso, no puedo. Cierro los ojos e inhalo con fuerza para contener el dolor cuando apoyo mi pie en el suelo. Me duele, es un dolor punzante que me pone los pelos de punta.

—¿Quién? —inquiere él, levantando las cejas.

Eso es, finge demencia el muy capullo.

Que bien, se hace el desentendido. ¿Cómo tomarlo en serio si se comporta siempre como un capullo? Me ofende que pretenda burlarse de mí, así que solo niego con la cabeza, con fastidio, intentando seguir con mi cometido, caminar. Sin embargo, trastabillo y Hades me sostiene.

—¡No me toques! —me remuevo, evitando que pose sus manos en mí.

El solo hecho de imaginarlo abrazando a Leia, besándola, tocándola como a mí me pone la piel de gallina.

—Yo te ayudo —insiste y yo me alejo, apoyando mi espalda contra la pared. Siento que mis manos duelen por las esposas, así que solo maldigo en silencio y suspiro, observándolo.

Viste de negro, y brazos a los lados de su cuerpo se ven más marcados, ya que la remera que lleva es de su talle. No es como siempre y su afán de ponerse remeras más grandes.

Sus pulseras negras sobre sus muñecas le dan un aire más rudo, aunque eso suene raro. Y el arete que pende de su oreja le da un aire jovial, al igual que el piercing en su nariz.

Me reprendo a mi misma, borrando cualquier pensamiento que alave siquiera como se ve Hades. Él es todo lo que está mal y que una chica debería evitar.

Y tal vez eso es justamente lo que lo vuelve tan atractivo.

A las niñas buenas nos gusta el peligro.

—No, yo puedo sola —digo molesta y luego empiezo a caminar, mordiendo mi labio inferior para aguantar el dolor y verme fuerte.

—Bien, si tú lo dices —murmura Hades y luego empieza a andar hacia el callejón. Yo no entiendo dónde se dirige, y tal vez debería darme la media vuelta e irme, sin embargo no lo hago.

Lo sigo a donde sea que eso me lleve.

—¿Dónde vamos?

—A quitarte eso —responde sin girarse, caminando delante de mí. Hasta que abarca un par de metros más y se detiene, frente a una puerta de madera. Veo que pertenece a la parte trasera de una casa con un espléndido jardín, el cual incluso a la luz de la noche se puede apreciar.

Lo primero en notarse es la piscina la cual tiene luces en sus laterales, alumbrando todo de un celeste calmo. Es grande, mucho y eso me confunde.

Veo a Hades observarme cuando me giro a verlo entre confundida y asustada.

—¿Qué hacemos aquí? —inquiero viéndolo andar.

Él se gira y me observa, poniendo un dedo sobre sus labios para indicarme que no haga ruido.

—Shhh —chista y yo obedezco, con el corazón latiendo con fuerza cuando lo veo abrir con cuidado una de las puertas de vidrio corredizas para entrar en la casa. Aquí dentro es más complicado ver las cosas, sin embargo, me tranquilizo cuando veo la primer fotografía, sobre la chimenea.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora