Capítulo 11: el arte de no pensar

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ATENEA

—¿Qué haces?—murmuré y miré cómo sus dedos acariciaban el lazo.

Se mordió el labio y se acercó más a mí.

—Tengo dos preguntas para hacerte.

Levanté las cejas. Sus dedos no dejaban de moverse.

—Pues suéltalas.

Inclinó la cabeza hacia un costado y señaló el lazo con la barbilla.

—¿Es en serio un lazo?¿O es pura decoración?

Sonreí.

—¿Me estas preguntando qué pasaría si tiras de él?

Asintió.

—Sí.

No lo pensé y comencé a pasar los dedos por los botones de su camisa negra. De arriba hacia abajo. Luego volví al primero y lo desabroché. Hice lo mismo con el segundo. Lo miré y noté que sus ojos estaban cerrados, con fuerza, y tenía la respiración irregular. Así que le desabroché el tercero.

Por fuera parecía ruda y valiente, pero por dentro estaba temblando.

—Eso es lo que pasaría—dije, y le di un toquecito en la parte expuesta de su piel, en el centro de su pecho.

Abrió los ojos y tomó aire.

—Quién hubiera dicho que eras tan ilustrativa.

Me encogí de hombros.

—Todo con tal de que entiendas bien las cosas. A veces los hombres son un poco...lentos.

—¿Lentos? ¿Con qué clase de animales te has juntado?—sus dedos tiraron un poco del lazo. Me miró incrédulo. Luego, sonrió.

Mi corazón dio un salto. Miré para el costado, pero por suerte todos seguían afuera alrededor de la mesa. Me pareció escuchar gritar a Noah que no encontraban las velas, pero las habíamos sacado al jardín, así que no deberían tener problemas.

—Pues sí—respondí, y me pegué un poco más en la pared. El frío se había ido de mi cuerpo, pero igual seguía mojada, y mi pelo chorreaba agua.— Y no ofendas a los animales. Ellos no tienen nada que ver aquí.

Su mandíbula se endureció y miró el lazo. Le dio otro tirón e hizo que el primer nudo se saliera. Solo quedaba uno y luego no había más nada.

Traté de tranquilizarme, pero estaba a punto de arrastrarlo a la habitación de arriba.

A lo lejos se escuchó que le estaban cantando el feliz cumpleaños a mi hermano. Cameron me miró y deslizó un dedo desde el centro de mi cuello hasta el nudo. Luego, todavía mirándome a los ojos, lo deslizó más abajo, haciendo que nudo se estirara, pero no se deshiciera totalmente.

Si no estuviera mojada y con el top pegado, ya estaría desnuda.

Mantuve fijo mis ojos en él, pero cuando su otra mano subió y pasó el pulgar por mis labios, mis piernas se aflojaron y tuve que tomar aire.

—Cuando me dijiste que esto es lo que pasaría, no sabía si era cierto—sus ojos bajaron unos segundos a mi piel expuesta, y luego volvieron a mi.—Me alegra saber que no eres una mentirosa.

Entorné mis ojos. La mano que estaba en mi labio se volvió a colocar en la pared, pero la del lazo seguía haciendo el mismo recorrido.

—Pues claro que no te mentí—respondí, casi sin aire.

Sonrió de costado y finalmente, dio el último tirón.

Mi respiración se aceleró demasiado. Mi panza estaba toda comprimida e intenté pegarme más a la pared. El top estaba pegado a mi cuerpo debido al agua, así que los lazos quedaron colgando, pero no se movió más de allí. Por suerte, seguía estando cubierta.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora