9. Doctor a paciente

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Narra Francia.

Eran las seis de la mañana. No había conseguido dormir nada, aún seguía sentada en la mesa, ni siquiera había recogido la mesa. Todo seguía igual a como estaba cuando UK se fue.

Me dolía mi cabeza de tanto llorar, mis ojos ya ni siquiera eran capaces de expulsar más lluvia. No me había cambiado de ropa, mi maquillaje estaba arruinado y no fui a comer nada desde la noche anterior.

Todo terminó. Perdí a mi marido, perdí a la única persona con la que apreciaba estar aunque sea en silencio. No tenía a nadie, amigos, hijos, ni mucho menos marido.

No hablo con bastantes personas así que de amistades ni hablar, mis hijos son adultos, ya ni siquiera se acuerdan de mí, y esposo ha conseguido un reemplazo para mí…

¿Qué hice mal? ¿Qué fue lo que ocasionó este desastre? ¿En qué fallé? ¿Porqué me pasó esto a mí? ¿Porqué la vida me ha dejado tan sóla? ¿Acaso lo merezco?

Muchas preguntas vienen a mi mente, no quise responder a ninguna de ellas, no quise sucumbir ante mis propios errores… no quiero quedar en soledad…

Levanté mi manos derecha y la puse por sobre la mesa. Allí, justo en mi dedo anular, portaba un anillo, uno que, a palabras de UK, representaba unión, apego y admiración hacia mí, además de amor, un amor que se supone sería eterno…

Qué poco duró la eternidad que tanto me prometió.

Por un momento, pasa por mi cabeza la idea de quitarmelo, seguramente ya no significaba nada a comparación de lo que decía mi esposo… pero no pude, no quise hacerlo.

Lo que más temía en esos instantes era tener que afrontar la idea del rechazo, soledad, desprecio y olvido que ahora Reino Unido y Argentina tenían hacia mí.

Preferí quedarme con las promesas que un día me dejó el hombre que me amó…

Las horas pasaron como si de un parpadeo se hablara. Cuando lo noté, ya eran 7:30 a.m.
Me levanté de la mesa y decidí que iría a dormir, quizá descansar era lo que necesitaba.

Llegué a mi habitación  y estaba a punto de recostarme en la cama, pero un fugaz recuerdo llegó a mi y me hizo darme cuenta de lo que debía hacer.

Tenía que ir de nuevo con el psicólogo, le prometí que volvería, recuerdo que incluso él no me cobró la cita por asegurarse de que fuera de nuevo…

Sonreí, había olvidado que él era más que mi psicólogo, una compañía. No hemos hablado mucho, pero sé que cuento con su cálida amistad.

Fui al espejo y miré mi reflejo con atención. Lo que más resaltaba en mí eran mis ojeras y ojos rojos e hinchados, me veía realmente mal…

Tomé una toallita húmeda y me despojé del maquillaje, esto para que no se notará tanto el hecho de que estuve llorando un buen rato…

No me cambié de ropa, sé que los tacones pueden ser algo incómodos y del vestido ajustado ni hablar, pero no tengo ganas de nada, ni siquiera de fingir ánimos.

Fui a la parte baja de la casa y caminé hasta la sala por mi bolso, saqué mi teléfono, aún tiene batería, el 50%, no es mucho pero lo tomaré.
Agarré mi bolso y salí de la casa tomando rumbo hacia la parada de autobús.

Luego de casi cuarenta minutos, por fin llegué al hospital psiquiátrico dónde trabajaba Dim.
Sabía que estaba llegando tarde, siendo honesta, había olvidado que iba a ir así que, no lo sé… supongo que no importa.

Entré a la sala de espera y saludé a la recepcionista.
—Buenos días —le dije sin ánimos—, vengo a una cita con el Dr. Dimitri ¿Sabe si se encuentra? —pregunté cortésmente.

Otra oportunidad (Countryhumans • Francia • UK)Where stories live. Discover now