18. Portada y empleo

283 37 18
                                    

Narra Francia.

Habían pasado dos días desde que el firmé el divorcio.

Estaba recostada en mi cama, había decidido no salir por un tiempo. No voy a negarlo, la tristeza me consumía, no podía olvidar la escena en qué ví a mi exmarido tomado de la mano de alguien más.

Dim me había invitado a salir varias veces pero me negué, lo único que deseaba era tener tiempo sola conmigo misma.
Necesitaba procesar la separación además de tener tiempo para pensar.

Me encontraba en la sala de la casa mirando televisión con un bote de helado entre mis manos. No tenía hambre pero decidí comer algo dulce.

El volúmen de la televisión estaba alto, sin embargo no impidió escuchar el sonido del timbre.
Alguien tocaba desde fuera.

Volteé la mirada hacia la puerta, obviamente sabía que era Dim, nadie más que él me buscaría hasta mi casa.

Le bajé un poco a la tele y luego grité.
—¡Pasa! —no tenía ansias de levantarme.

La puerta fue abierta con sigilo y como esperaba, era Dimitri el que estaba allí.
—¡Hola! —saludó entusiasmado, traía una bolsa con él, pero no le tomé importancia.

Se encaminó hasta donde estaba y se sentó al lado de mí.
—Te traje esto —dijo mientras buscaba algo en aquella bolsa negra. Unos chocolates fue lo que me entregó—. Son para ti.

—Gracias —respondí para luego tomarlos y dejarlos en la mesa de noche— no debiste molestarte.

—Todo lo contrario —se apresuró a contestar—. Sé que estás pasando por un mal momento, pero aún hay algo más que darte.

Nuevamente volvió a buscar algo en su bolsa y luego sacó de allí un par de revistas, la verdad era que no entendía lo que estaba sucediendo, eso hasta que me mostró las portadas.

—Te dije que serías una modelo hermosísima —decía mientras me las mostraba.

Era yo, esas fotos eran las mismas que me tomaron la última vez en el estudio fotográfico.
Di un salto de sorpresa y sin querer, le arrebaté una de ellas.

Sentí un pequeño vacío en el estómago, era yo, yo estaba en las portadas de esas revistas. Lo primero que se me ocurrió fue que Dim había pagado por ello.

Levanté la mirada y lo ví a los ojos.
—Dim… —fue lo único que me permitió decir, pues me interrumpió.

—No digas nada —soltó con nervios notables—. Sé que no debí tomarte una sesión de fotos como modelo sin tu consentimiento ni mucho menos hacerme pasar por tu mánager...

—¡¿Qué, qué?! —excalmé sorprendida, si sus palabras eran verdaderas, significaba que no había pagado por que mis fotos estuvieran allí, sino que me había llevado como si ambos trabajáramos juntos y firmado un contrato que les permitiera utilizar mi imagen como pública.

—No te enfades querida —siguió hablando—, mis intenciones eran buenas lo juro, incluso toda la ropa que te pusiste la escogí yo de tu catálogo de diseños.

—¿Investigaste dónde trabajo y buscaste mis diseños? —pregunté, era inevitable que me sintiera un poco incómoda por eso, no es que sintiera acoso, pero me avergonzaba un poco la idea de que Dim estuviera viendo mis diseños poco llamativos.

—No me mires así —me abrazó—. No lo hice con la intención de hacerte enojar, yo sólo quería que supieras lo hermosa que eres y lo mucho que significas para mí —agachó la cabeza y trató de esconder su rostro— lo mucho que yo te quiero…

—Ay Dim… —solté risueña mientras acariciaba su cabellera—. No estoy molesta, estoy sorprendida… muchas gracias por esto.

Finalmente levantó la cara y nuestras miradas se cruzaron, nuestros rostros se encontraban a centímetros, incluso podía sentir sus suspiros.

Pude notar que sus mejillas se pusieron un poco rojas, supuse que estaba nervioso por tenerme tan cerca y por lo mismo, decidí retroceder un poco, no deseaba incomodarlo.

Pero me tomó desprevenida, una de sus manos se colocó en mi nuca impidiendo que yo me alejara y su rostro se acercó al mío para hacer nuestros labios chocar.
Me había besado.

Me sorprendí, no supe que hacer y me quedé inmóvil mientras su lengua rogaba porque la dejara entrar en mi boca, pero no estaba segura, ni siquiera me sentía del todo consciente de lo que estaba pasando.

Pero él no se estaba deteniendo, parecía que ni siquiera pensaba en hacerlo. Sus labios seguían junto a los míos y su lengua esperaba ansiosa entrar en mi cavidad bucal.

Y sin pensarlo, cedí. Dejé de oponerme a sus ideales y pude sentir como su lengua entraba a juguetear con la mía.
Pero no correspondí, no le seguí la corriente, simplemente dejé que hiciera de mis labios lo que él deseara.

No tardó en notarlo, rápidamente se dio cuenta de que no me parecía correcto corresponder a sus acciones y se separó de mí.
Me sostuvo el rostro con su mano en mi barbilla y me miró a los ojos.

—Perdón —se disculpó—, la verdad es que… —hizo una pausa, se notaba su inseguridad—, la verdad es que estoy enamorado de ti.

Sus palabras provocaron un vacío en mi estómago y un rubor en mis mejillas. Su rostro estaba completamente rojo, sabía que estaba siendo honesto conmigo.

—Dim… —con un nudo en mi garganta, le hablé. No estaba segura de que decir, pero obviamente no sentía lo mismo por él.

—No digas nada —volvió a pedir mi silencio—, no es necesario que digas nada, ya sé lo que dirás.

Me sentí un poco culpable, supuse que había notado mis sentimientos a través de mis ojos.

Se apartó de frente mío para luego sentarse a mi lado una vez más. Colocó su brazo sobre mi hombro y me miró a los ojos de nuevo.
—¿Puedes recostar tu cabeza en mi pecho? —me preguntó, aunque más buen fue una petición.

Asentí con la cabeza y me acurruqué en su regazo poniendo mi cabeza sobre su pecho donde pude escuchar sus latidos apresurados y sentir por sobre su camiseta su cuerpo ejercitado.

—Aún hay algo más que decir —continuó—. Unas personas me llamaron —al parecer cambió de tema, eso me calmó un poco—, una empresa de buen prestigio pidió tu imagen para representarlos —abrí los ojos—. Piensan que tú figura, rostro y sonrisa son más que necesarias para protagonizar comerciales, anuncios, fotos, entre otras cosas.

Me quedé callada, no sabía que decir.

—Es cuestión tuya si aceptas el trabajo… —explicó.

—Lo entiendo… —respondí—, tendría que pensarlo…

—Sí…

El silencio se apoderó de la habitación, no me sentía incómoda, al contrario, me sentía segura estando entre el regazo de la persona que me había cambiado la vida, del único hombre que me había apoyado.

Otra oportunidad (Countryhumans • Francia • UK)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ