Capítulo 10: María

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—Sh...hay mucha gente bebé.

—No importa, solo quiero besarte—Tom me susurró al oído.

—Váyanse a un motel, por favor—Fernanda nos miró con asco.

—¡Ay Fernanda!—le di un codazo.

Fernanda sonrió y nos dejó a solas con Tom.

—¿Salgamos hoy en la tarde?—pregunté.

—No, hoy no puedo.

—Hace tres días que no salimos.

—Lo sé bebe, pero tengo muchas cosas que hacer— se escusó.

—Bueno— me levanté y me fui a clase de economía.

No había nadie en la sala así que tomé asiento en la última fila, en donde Agustín solía sentarse siempre. Entraron los otros estudiantes interrumpiendo el silencio que había en ese momento, la profe estaba detrás de ellos viendo su celular.

Sonó el timbre, la clase ya había terminado. No escuché nada sobre la materia, solo tomé mi mochila y salí del salón junto con dos chicas que estaban detrás de mí. Caminé por el pasillo del colegio esperando ver a Agustín por algún lado, pero al parecer no había venido, seguí mi camino hasta mi casillero y guarde algunos libros que no necesitaba,  cerré de este y gire sobre mi eje para ir hacia la salida, aunque ahí estaba él. Después de tres semanas sin verlo ahí estaba, apoyado en su casillero viéndome.

Su mirada ya no era la misma, sus ojos se encontraban tristes y cansados, su ropa era completamente diferente a lo que el acostumbraba usar. Algo en él había cambiado y eso me preocupó un poco.

Traté de acercarme, pero él se fue rápidamente a la salida del colegio. ¿Cómo no lo vi en todo el día? ¿Será que vino en busca de sus cosas? ¿Por qué se fué tan rápido en cuanto me vio? Mi mente se llenó de preguntas, sin embargo, me sentí bien al verlo nuevamente, en el fondo de mi alma sentí que ya no estaba más sola. Era una locura, pero sin él me sentía incompleta, no sabía el porqué.

Al día siguiente,  llegué temprano al colegio para ver si él vendría y no me equivoqué, porque al momento de cerrar mi casillero choque contra él.

Se te va hacer una costumbre. 

— ¡Fíjate idiota!

"Fíjate idiota". Extrañaba esa frase por parte de él, aunque suene un poco ridículo.

—Perdón— hablé en voz baja—.  ¡Oye! —tome su muñeca antes de que él se fuera—, ¿Por qué no venías a clases?

—Eso a ti no te importa—dijo, secamente.

Y de nuevo con el Agustín frio. 

—Lo sé, solo es que...— no pude terminar mis palabras, ya que él me detuvo.

—Mira hagamos algo.

—¿Qué cosa?—pregunté.

—Si hacemos como...como que nunca nos conocimos. Como si no existiéramos el uno para el otro. Yo no te miro, ni te molesto y tú haces lo mismo ¿okay?—Frunció su ceño y se marchó antes de que le pudiera responder.

Definitivamente él había cambiado por completo, su olor era una mescla entre alcohol y cigarrillo, su mirada ya no era la misma y lo que más me sorprendió es que ni se molestó en discutirme.

Te amaré más allá de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora