Capítulo 32: Agustín

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Pasé una de mis manos por mi cara y frote mis ojos. Estaba recién despertando cuando escuché  golpear la puerta. Mi padre estaba abajo, escuché como abrió abrió la puerta. La voz de una mujer se oía abajo, la reconocí al instanté, así que baje rapidamenté. Ella estaba ahí parada en la puerta con una sonrisa hermosa. Mi padre giró sobre su eje.

—Te buscan— Habló enojado, apuntando a la chica.

Caminé hasta la puerta y mi padre se alejó.

—¿Qué haces aquí?—pregunté.

—Hoy es primero de septiembre—sonrió.

Rodeé los ojos y maldije el día.

—¿Por qué tan temprano?

—Te quería llevar al colegio—miró mi abdomen descubierto.

¡Mierda! Eso me volvía loco.

—Bueno, pero preferiría que te quedaras afuera.

—Bueno—la chica se sentó en el último escalón de la entrada y yo cerré la puerta.

Subí rápidamente a mi habitación, tomé la toalla que estaba encima de mi escritorio y me fui a bañar lo más rápido posible. Al salir de la ducha, me puse mi polera de nirvana con unos pantalones negro.

Iba descendiendo las escaleras cuando vi a mi padre que me miraba enojado.

—Esta no es una casa para que traigas a tus malditas perras.

Abrí mi boca  con asombro. Mis cejas se levantarón. 

Su comentario fue algo que dolió, pero también me enojó ¿cómo podía decir eso de la persona que más amaba en este mundo? No quise responder, así que solo caminé hacia la puerta y cuando estaba a punto de abrir, el volvió hablar.

—¡A esa zorra no la quiero ver más en la casa, me escuchaste!—gritó enojado.

Solté la perilla de la puerta y giré sobre mi eje.

—¡No la llames zorra!—caminé hasta él y lo apunté.

—¡A mí no me grites!—alzó su voz más fuerte—. Yo le diré como quiero. ¡Es una zorra y vos eres un estúpido!

Cerré mis puños con tanta fuerza, tenía ganas de golpearlo. Mis mejillas ardían de enojo y mis labios me dolían de tanto morderlos por la angustia.

—Ándate luego. No quiero verte la cara—apuntó hacia la puerta—. ¡Lárgate con la maldita zorra!

—¡Te dije que no la llamaras zorra!—di un paso hacia él y lo golpeé.

Mi mano dolía de lo fuerte que le había pegado. Mi mandíbula estaba tensa y mis manos sudaban del miedo que tenía. Mi padre se levantó y tocó su labio. Se le formó una pequeña herida y estaba sangrando. Dirigió su vista hacia mí, sus ojos estaban llenos de odio y decepción.

—¿Me golpeaste? - rio, irónicamente—. Acabas de golpearme maldito hijo de puta—levantó su puño y golpeo mi mejilla con fuerza.

Caí al suelo por el golpe. Toque mi mejilla con delicadeza.

Mi padre al parecer no estaba conforme con la trompada que me había dado, ya que me siguió golpeando, pero ahora me pegaba dándome patadas en el estómago. Grité que parara varias veces, pero él seguía. Por un momento creí que me mataría, sin embargo, entró alguien.

—¡Suéltelo!—María, intervino.

Mi padre se detuvo y miró a la chica.

—¡Vete de mi casa!—gritó con fuerza, acercandosé a ella. 

Te amaré más allá de las estrellasWhere stories live. Discover now