Capítulo 37: María

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¿Será que Tom tendrá un don para arruinar los momentos más lindos? ¿Tan jodido estaba que debía molestar a los que estaban felices? ¿No soportaba la idea de que yo estuviera con Agustín?

—¿Qué quiere Tom?—pregunté.

—Nada, solo les venía a presentar a mi querida novia y por supuesto al novio de mi hermana—indicó con el dedo a las dos personas paradas a su lado.

— ¿Y qué nos importa eso a nosotros?—encaré una ceja.

—Solo quería que supieras que tú y tu mejor amigo son fáciles de remplazar—miró a Antonio.

Sus palabras me dolieron.

—Mira pedazo de mierda—Antonio apunto con el dedo a Tom—, Sabemos la clase de personas que son y no valen la mismísima pena.

—A mi hermano no lo trates así—intervino Fernanda.

—Y tú no te metas donde no te llaman—actué.

Fernanda se puso frente a mí y me miró con desprecio. Era de esperarse, solo unas personas como los Morrison tenían ese don de ser tan detestables.

—Será mejor que se vayan—indicó Agustín.

—¿O si no qué?—Atacó, acercándose al castaño.

—Solo vete.

—¡Vamos Agustín! ¿No vas a defender a tu querida zorra?—rio, sarcásticamente.

¿Y este qué se cree llamándome zorra?

Al castaño se le notaba en la mirada las ganas que tenia de pegarle a Tom, sus manos estaban en forma de puño y su mandíbula se tensaba cada vez más, al igual que Antonio.

—¡No la vuelvas a llamar así!—gritó Agustín.

—¡Si no quieres que te parta la cara de un golpe, no le vuelvas a decir zorra a María!—Antonio grito más fuerte.

—¡María!—Tom llamó mi atención—. ¿Quieres saber por qué me metí contigo?

Lo sabía, lo tenía más que claro, pero quise oírlo una última vez para convencerme por completo la clase de persona que es Tom Morrison.

Que masoquista eres.
Lo sé.

—Dime—respondí.

—Cariño, no vale la pena—susurró, Agustín.

—Es verdad María, no vale la pena—habló Antonio.

No quise oírlos. Solo quería que el chico que tenía frente a mí me dijera por última vez lo que realmente sintió por mi.

—Lo hice porque te tenía lástima—indicó—Lo hice también porque este imbécil que está a tu lado—señaló al castaño—Estaba muerto contigo antes de conocerte.

—¿Qué?—pregunté sorprendida.

Mi pecho se contrajo, sentía ganas de llorar. Supe que Tom no me quería como yo lo quise a él, sin embargo, nunca pensé que estaba conmigo solo por lástima. Solo porque quería tenerme como un objeto de capricho.

—Además—Tom siguió hablando—, Eras demasiado vulnerable y sabía que si estaba contigo podía hacer lo que yo quisiera.

—¡CALLATE MALDITO IMBECIL!—intervino Agustín.

—Ella quiere saber la verdad- me miró y prosiguió hablando—. Te engañé, te utilicé y te deseché, al igual como lo hizo mi hermana con Antonio.

Ya no pensaba con claridad. Si quería saber la verdad. Quería saber todo, pero cada palabra que salía de él, me dolía. Dolía por la forma en cómo se expresaba. Habíamos sido amigos, siempre me demostró un lado bueno de él, aunque ahora mismo solo era una máscara para ocultar todo el monstruo que llevaba dentro.

—¡TE DIJE QUE TE CALLARAS, MALDITO IDIOTA!—Agustín golpeó a Tom.

El cayó al suelo y Fernanda se puso delante de él. Ella trató de acercarse a mí, pero Agustín la detuvo.

—Tú ni te acerques a ella—el pelinegro la señalo.

—No quise hacerle daño—su voz sonaba arrepentida—. A los dos sé que los utilicé y les mentí, pero los extraño.

Cada una de sus palabras era un cuchillo que atravesaba mi corazón con lentitud. Mis manos comenzaron a temblar y mi respiración se aceleraba. Tom se levantó del suelo y le devolvió el golpe a Agustín y de pronto, los dos se encontraban golpeándose. Miré a mi lado y Agustín discutía con Fernanda, miré a mi otro lado y las dos personas que estaban con los Morrison, estaban tan sorprendidos por lo ocurrido, así que solo se marcharon dejándonos así.

—¡Agustín, basta!—chille—. ¡Por favor!

Al parecer no me escuchó. Ellos seguían golpeándose, él castaño tomo de la camisa al chico y lo estampó contra la puerta del auto.

—¡Solo sabes arruinar vidas!—gritó Agustín, volviendo a golpear.

Tom lo empujo con fuerza y él castaño cayó en la tierra, el chico se subió encima de él para volver a golpearlo con más fuerza.

—¡TOM, DEJALO!—grité tratando de empujarlo.

—¡Aléjate, María!—él de ojos café me empujo, haciéndome caer en la tierra.

Caí de culo. Me dolió, pero me levanté con todas las fuerzas. Los vi a los dos golpearse y gritarse.

—¡NO LA TOQUES MALDITO IMBECIL!—el castaño golpeó el estómago del chico.

Levanté mi vista y vi como los chicos se estaban matando entre ellos. Nadie intervino para detener la pelea.

—¡BASTA, POR FAVOR!—sollocé.

Comencé a sudar, mis manos temblaron y sentí mucha presión en mi pecho. Estaba empezando a tener un ataque de ansiedad, sin embargo, volví a intervenir en la pelea.

—¡Agustín, suéltalo!—grité desesperada—. ¡BASTA POR LA MIERDA!

—¡ALEJATE, TODO ES CULPA TUYA!—Tom volvió a empujarme, no obstante, esta vez caí golpeándome la cabeza. La tierra en mi pelo y las lágrimas caían por el dolor del golpe. Seguía consciente, así que me levanté, miré a mi alrededor, todo se veía borroso. Toqué la parte trasera de mi cabeza. Agustín y Antonio, corrieron hacia mí.

—¿Estás bien, amor?—preguntó Agustín.

Era la primera vez que lo oía decir mi amor. Esas dos palabra me hicieron olvidar el mundo por completo, pero no por mucho, ya que vi a Tom acercándose por detrás de Agustín.

—¡CUIDADO!—grité y los chicos se giraron. Tom venía nuevamente al ataque.

Antonio lo empujó y Agustín se lanzó sobre él golpeándolo con más fuerza.

Seguía mareada y mi ataque de ansiedad aumentó más. Solo pude Sollozar. Tenía miedo de lo que estaba pasando y mis ataques de ansiedad nunca han sido una buena señal. Era una de las peores sensaciones en mi vida.

¿Por qué mierda me tiene que pasar esto justo ahora?

Mi cabeza dolía, quise ir en busca de ayuda para separar a los chicos, así que crucé la calle tocando mi cabeza por el dolor. Mis piernas estaban tan débiles que caminaba a pasos de tortuga, sin embargo, escuché  a Agustín gritar con mucha fuerza.

—¡AMOR!

Levanté mi vista y divisé algo con luces grandes se acercaba a mi dirección. Mis piernas se quedaron inmóviles, la cabeza me seguía doliendo y sentía que no tenía el control de mi cuerpo.

Giré sobre mi eje y pude ver el rostro de Agustín corriendo hacia mí, su mirada estaba asustada y cubierta de sangre. Estaba tan hermoso, no importaba si estaba todo golpeado y ensangrentado, él seguía viéndose tan perfecto. Como digo, siempre él era mi imagen favorita.
En ese instante algo tocó mi pecho con fuerza. Algo tan fuerte me hizo caer al suelo haciéndome perder la conciencia.
Todo estaba negro. Completamente negro.

Te amaré más allá de las estrellasWhere stories live. Discover now