Capítulo 22: Agustín.

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Llegué tarde al colegio por la culpa de mi padre. Volvió a tomar y eso hizo que mi día empezara mal. Me volvío a golpear y no pude defenderme. Me sentía tan inútil y eso era por culpa de él, cada vez que trataba de defenderme pensaba que realmente esto me lo merecia. Me merezco ser golpeado por él, aunque  después mi mente dice que esto no debería seguir. Podría llegar a matarme y eso me daba más miedo.

Al poner un pie en la escuela, me dediqué a buscar a la chica por todos los pasillos. Le pregunté a algunos chicos que pasaban, pero fue en vano porque no la encontré por ningún lado y también nadie sabia de ella. Fui hasta al baño de mujeres, pero no la vi, aunque percibí como Antonio caminaba por los pasillos. Se veía destrozado, con ojeras. Parecia  muerto en vida. 

—Hola—me acerqué a él.

Me dedicó una mirada cansada. 

—Hola, ¿cómo andas?—sonreí a medias.

—Normal—habló secamente—. ¿Y tú?

—Bien. Oye, ¿has visto a tu mejor amiga?

—Si, pero se fue hoy con la madre—indicó—No sé qué paso, pero se fueron al primer recreo.

—Gracias—me alejé y me dirigí a mi otra clase.

El día se hizo eterno sin ella. Llegué al punto de extrañar cada facción de su rostro, sus ojos color café y sus malditos labios en forma de corazón. Mierda, era jodidamente hermosa. Era una simple constelación que brilla con tan solo mirar sus ojos.

Ay sos un chico muy cursi. 

Cierra la mente. 

Cuando terminaron las clases tomé rumbo al lago. 

El cielo que me hacía acordar de ella. Pasé dos horas en el lago y luego me marché para ir a casa de Alan, habíamos planeado beber unas cervezas heladas y hablar un poco de nuestras vidas. Los padres de Alan se habían ido por una semana al extranjero, por temas de trabajo, así que dejaron la casa al cuidado de él. Desde que conozco a este chico siempre lo he visto muy responsable con lo que le pidan, se notaba que era un chico de bien, aunque algunas veces tiene sus cosas locas.

Golpeé la puerta y escuché como alguien se aproximaba a abrirme, ahí estaba él, con una sonrisa remarcada en su rostro, sus ojos estaban hinchados y chiquitos, al parecer había despertado hace poco. Alan ya estaba en la universidad y eso le quitaba mucho tiempo, estudiaba hasta muy tarde y no dormía por hacer uno que otro trabajo.

—Pareces un drogadicto de mierda—reí.

—Me quedé hasta tarde haciendo un maldito trabajo—cerró la puerta de la casa con suavidad.

Me senté en el sillón y Alan fue en dirección a la cocina para ir en busca de las cervezas al refrigerador. Saqué el celular de mi polerón para ver si Antonio me había mandado un mensaje, ya eran las siete de la tarde y vi a través de la pantalla como a las cinco en punto Antonio me había enviado un mensaje.

Antonio.

Oye, iré a ver a María, no se siente bien.

El mensaje me dejó angustiado, necesitaba saber que había pasado con ella, así que llame al chico y no me contesto, le mande mensajes y aun así no contestó, percibí que algo malo había pasado. No sabía que era, pero sentía que era malo.

—¿Pasa algo?—Alan se acercó con las cervezas en mano.

—Es María, digo... el mejor amigo de ella me mandó un mensaje diciendo que no se sentía bien.

—¿Lo llamaste?—dejó las cervezas en la mesa de centro.

—Lo llamé y le mandé mensaje, pero no contesta—mi voz se aceleró.

Te amaré más allá de las estrellasWhere stories live. Discover now