Capítulo 38: Agustín

127 9 10
                                    

Ignoré el mundo por completo. Nada me importaba en ese instante, lo único que quería era matar a Tom Morrison, el imbécil mayor de los hombres. Cuando dijo él por qué engañó a María, no puede controlarme, mi puño se cerraba cada vez que habla mal de la chica.

No me pude contener y golpeé su mejilla con tanta fuerza que me llegó a doler los nudillos, él chico cayó al suelo y Fernanda se interpuso, pero no consiguió nada, ya que él se levantó y se dirigió hacia mí con su puño cerrado. Su mano levantó y golpeó mi mejilla. Después los dos nos encontrábamos discutiendo.

—¡Agustín, basta!—María gritó con fuerza—.¡Por favor!—chillo con desesperación.

No podía detenerme, estaba tan enojado que no le hice caso. Enojado de conocer a un ser tan despreciable, en el principio era una persona de bien, me ayudaba con mis adicciones, pero pasaron los años y se volvió un completo idiota. 

Ese chico que le gustaba salir a correr por las mañanas, él que me contaba historias y me hacía reír, lo consideraba parte de mi familia, pero ya nada era lo mismo. Me dolió recordar lo felices que éramos de niños, sin embargo, no me dejé cegar por el cariño que le tenía y solo lo lastimaba con mis puños lo más duro posible.

No podía creer que el mismo chico que conocí de niño, era el mismo que hoy en día estoy golpeando, sin piedad y sin una pizca de dolor. ¿Cómo llegó a ser un patán? ¿Por qué engañó a la persona que más lo quería? ¿Por qué quería ser superior a todos? No comprendía el odio que él tenía sobre las personas que más los amaron o amaban.

—¡TOM, DEJALO!—La peliazul saltó sobre el chico.

—¡Aléjate, María!—Tom empujó a la chica y ella cayo a la tierra.

Hijo de puta.

Miré a mi lado y vi como la chica cayo sentada, Me aseguré de ver si la chica estaba bien, pero ella parecía estarlo, así que volví al ataque.

—¡NO LA TOQUES MALDITO IMBECIL!—golpeé al chico debajo de las costillas.

Seguíamos discutiendo mientras la gente miraba con atención, sin embargo, nadie se interpuso. Antonio gritándole a Fernanda, ella también se defendía a gritos, María seguía ahí mirándonos angustiada.
La chica volvía a interponerse en la pelea.

—¡Agustín, suéltalo!—grito con desesperación—. ¡BASTA POR LA MIERDA!—se escuchó cansada.

—¡ALEJATE, TODO ES TU CULPA!—Tom volvió a empujarla, cayendo al suelo nuevamente, pero esta vez se golpeó la cabeza.

Vi a la chica caer y dejé todo de lado, mi cuerpo corrió lo más rápido hacia ella. Tuve una angustia demasiado grande al ver a la chica en el suelo, mi cuerpo reaccionó lo más rápido posible, tenía miedo de que el golpe le hubiese afectado, sin embargo, ella se levantó rápidamente, cosa que no debió hacer.

Llegué junto con Antonio a su lado, le tomé de la mano y ella se tocaba la cabeza. Percibí que algo más le ocurría, no solo era el golpe, si no que sus manos temblaban y sudaban.

—¿Estás bien, amor?—Pregunté asustado.

La chica no respondió al instante, solo veía algo que se dirigía hacia nosotros por detrás.

—¡CUIDADO!—grito  con fuerzas.

Tom vino al ataque nuevamente, esta vez Antonio lo empujó y yo me arrojé sobre él agrediéndolo.

Después de unos cuantos golpes, vinieron unos chicos a separarnos, nos tomaron de la cintura a cada uno, nosotros tratábamos de zafar, pero fue casi imposible. Las cosas se calmaron y todo estaba un poco más tranquilo, sin embargo, el chico quería seguir la pelea, pero no pudo.

Levanté mi vista para ver a la chica y a lo lejos divisé a María que estaba caminando como si estuviera borracha, debía ser el dolor de cabeza que la había dejado mareada, aunque eso no era lo que más me preocupaba, sino que vi dos luces acercándose a ella. El auto venía a toda velocidad.

—¡AMOR!—grité mientras corría hacia ella.

Corre, corre por ella.

Ella levantó su vista y me miró. Luego giró a su otro lado y vio las luces. Ella no se movía, era como si el cuerpo le comenzaba a fallar. Aceleré mi paso para llegar a ella, sin embargo, solo vi como ella volvía a mirarme. Tenía una sonrisa en su rostro, mientras se tocaba su cabeza, aunque el pánico en su mirada estaba reflejándose muy fuerte.

Algo fuerte sonó alrededor del sector. Era el sonido de una pistola, miré a todos lados y vi a dos chicos que estaban discutiendo, pero se detuvieron cuando uno disparó, aunque ninguno estaba sangrando.

Yo seguía corriendo, pero cuando llegué era demasiado tarde, la chica estaba en el suelo  sangrando,  la bala que habían disparado  impactó  sobre ella.

—Amor, amor, amor—repetía una y otra vez.

Su cuerpo estaba tirado. Sus manos temblaban y su respiración era lenta. La sangre corría por su ropa, el impacto fue directamente en el pecho.

—María!— Antonio gritaba.

La gente caminó hasta el lugar y comenzaron a juntarse.

—Amor, mírame—me desesperé—. por favor—la chica abrió por unos instantes los ojos y me miró—. ¡Llamen la ambulancia!

La chica no hablaba, pero si tenía sus ojos abridero. Luchaba por no cerrarlos, pero reflejaban dolor y miedo. Mi mundo se paralizó. Tenía miedo de lo que estaba pasando. La tenía entre mis manos y no podía hacer nada. La sangre caía por su pecho. La bala le había llegado a ella y el auto que se aproximaba a ella se había detenido antes de poder atropellarla.

—Amor, quédate conmigo—supliqué. - Ya viene la ambulancia.

La gente se amontonaba y sentía que me faltaba el aire. Mis manos temblaron, mis mejillas se llenaron de lágrimas al ver a la persona que amaba entre mis manos cubiertas de sangre.

—Amor, no cierres los ojos—movía su cabeza con delicadeza—. Acuérdate que debemos estar  siempre juntos—hablé en un hilo de voz.

Por primera vez en mi vida sentí el miedo de perder a alguien. Perderla a ella. Era ese miedo que me ponía los pelos de punta, es el miedo de no poder dar mi última esperanza en el mundo, María era mi ancla en la vida y no podía perderla de la noche a la mañana.
Tiene que sobrevivir.

Te amaré más allá de las estrellasWo Geschichten leben. Entdecke jetzt