Capítulo 39: Agustín

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El hospital más cerca quedaba a tan solo 10 minutos en auto, sin embargo, esos diez minutos se me hicieron eternos, la chica iba poco a poco bajando sus ritmos cardiacos. Logramos llegar rápidamente y los médicos salieron con suma urgencia para ayudar a bajar a la chica que estaba en la camilla, uno de los médicos me pidió  los datos de la madre y así fue como corrí al mesón a dejar los datos de la profesora.

La gente veía como llevaban a la chica que estaba cubierta de sangre.

—Usted también está sangrando joven—indico un médico—. Venga conmigo.

—No, no—me negué—.Yo estoy bien.

El médico me analizó de pies a cabeza.

—Hola—la madre de María había llegado. Al parecer Antonio la había llamado—. ¿Dónde está mi hija?—preguntó.

—Venga conmigo—dijo el médico.

—Agustín—Clara me miró—. Doctor, que a él lo revisen si o si por favor—clamó.

—No, yo estoy bien—dije, pero no me hicieron caso y me llevaron a una sala para revisión debido a  los golpes.

Solo quería ver como estaba María. No me importaba mi estado, no me importaba nada más.

—Doctor, quiero ir a ver a mi novia, por favor.

—Si se queda quieto y me deja terminar de curarle este último golpe, usted podrá ir—respondió.

Alguien golpeó la puerta y el médico dejó pasar a la persona. Era mi tío con su rostro todo asustado y alarmado.

—Hijo, pero mira tu rostro—miró cada uno de mis moretones.

—Tío, quiero ir a ver a María—supliqué.

Cuando finalizaron fui corriendo en busca de la habitación de mi novia, fui lo más rápido posible, la gente estorbaba en mi paso, pero por fin llegué.

Entré y vi a la chica con unas máquinas en su cuerpo. Algo se rompió dentro de mi alma al verla en ese estado. Un médico entró con la madre y dijo que la chica estaba en un estado grave.

Traté de recoger los pedazos de mi maldita alma, pero al escuchar al médico, fue inútil hacerlo.

—¿Cómo está?—intervino Antonio que acababa de llegar.

La madre y el doctor salieron para explicarle la situación, yo me quedé a solas con ella. Contemplé a la peliazul por un largo rato, el silencio se presentó en la sala, aunque el ruido de la gente al pasar por los pasillos, se oía.

—Amor—mi voz se entrecortaba—. Por favor, sigue luchando—supliqué. Tomé su mano y la llevé a mis labios para besarla.

El olor de su perfume seguía impregnado en ella, aunque también se percibía el olor a tierra y sangre.

—Acuérdate que prometiste quedarte conmigo, me dijiste que juntos saldríamos adelante—se me salió un pequeño sollozo—. No me abandones, por favor amor—dije en llantos—. Eres la razón de mi vivir, no puedes entrar en mi vida y después marcharte de la peor manera, así que abre esos ojos hermosos que tienes y dime que estarás bien, que seremos felices, nos casaremos y tendremos dos hijos hermosos—lloré a lágrimas vivas.

Mientras sollozaba puede escuchar el sonido de  las máquinas, no sabía exactamente de cual era, pero los doctores entraron corriendo y me hicieron a un lado. La madre de la chica me tomó del brazo y me sacó. Presentí lo peor, mi cabeza comenzó a doler y fue ahí como caí al suelo.

Te amaré más allá de las estrellasWhere stories live. Discover now