Capítulo 18: Agustín

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Miré el techo por varias horas, pensé en si iría a la casa de ella para saber cómo se encontraba después de lo ocurrido, pero después lo pensé bien y dije: "Si quieres protegerla, deberás alejarte de ella". A la mierda mis pensamientos, pero me guié por mis impulsos que decían anda y así fue. 

Me senté en la cama y cogí mi celular para hablarle a Antonio, le pedí la dirección de María, él me la dio sin preguntar. Fui en busca de ropa y salí en el auto. Mi padre no estaba en casa, así que estaba tranquilo.

Me quedé viendo su casa por diez minutos, sabía que estaba haciendo mal las cosas, pero necesitaba verla, así que me atreví, salí del auto, fui hasta la puerta para golpear. Alguien se acercaba a la puerta, vi el rostro de una chica de pelo largo, tenía los ojos cafés al igual que María.

—Hola ¿Se encuentra María?—mis manos empezaron a sudar.

—Si claro, ¿Eres un compañero de ella?—su voz era suave, como la de mi peliazul.

—Si—respondí.

—Entra no te quedes afuera—la chica me invitó a pasar. 

—Espera aquí, la iré a buscar—ella subió las escaleras en busca de María.

Miré a mí alrededor y vi varias fotos  donde estaba María, la chica que acaba de abrir la puerta, la profesora y un hombre que nunca lo había visto por el pueblo, alguien se acercaba y me alejé de las fotos rápidamente.

—Me pidió que subieras, así que ven—me indicó  donde estaba su habitación y entré.

Ahí estaba ella, acostada de guatita en la cama mientras movía sus piernas de un lado a otro y de fondo se percibía la música. Se veía tan hermosa con su cabello despeinado, con su libro en la cama y con su pieza toda desordenada.

—Hola.

—H-hola—se sentó rápidamente.

—Vine a buscarte.

Mierda, estaba nervioso.

—¿Cómo que viniste a buscarme?—frunció el ceño.

—Te quiero llevar a un lugar.

Ella me escaneó con la mirada y asintió, dijo que iría a cambiarse de ropa porque la noche podría estar helada, yo le dije que la esperaría abajo. Cuando bajaba la chica gritó que saldría conmigo por un momento y que pronto volvería.

Cuando llegamos le pedí que cerrara los ojos, ella hizo caso y se tapó los ojos con sus manos, yo tomé su espalda guiándola hacia el lugar, traté de indicarle cada paso que daría, así ella no tropezaría al andar y cuando llegamos le dije que abriera los ojos.

—¡Guau!—sus ojos se iluminaron sorprendida—Que hermoso lugar.

El lugar era un pequeño bosque, con  un lago hermoso, aquí venia cada vez que estaba pasando por un  mal momento y necesitaba sacar mis frustaciones, mis penas, aunque aún sigo viniendo. Este lugar me hace bien, puedo sentir paz al ver como se refleja la luna junto a las estrellas en el lago.

—Aquí vengo cuando ando triste—confesé—. Aquí puedo ver la luna y las estrellas.

—Es un bonito lugar para llorar—sonrío.

—Si, pero no solo es eso, sino que también es un lindo lugar para reflexionar.

Se acercó al lago y tocó el agua con una de sus manos, parecía una niña de 13 años y eso me encantaba. Alzó su vista hasta el cielo y se quedó admirándolo por unos segundos.

—Hay muchas estrellas—miró el cielo.

—¿Te puedo confesar algo?—pregunté.

—Sí—bajó su mirada hasta la mía y respondió.

—Algunas veces pienso que las estrellas son  polvo del universo... eso me hace pensar que el universo es un caos de estrellas, como nosotros los adolescentes, somos un caos de estrellas que solo tratan de brillar en lo más profundo de nuestros corazones—miré el cielo junto con ella.

—Gracias.

—¿Gracias por qué?—la miré

—Gracias por ayudarme—bajó su mirada. Ella se acercó y beso mi mejilla.

—Te dije que iba a cuidar de ti.

Te amaré más allá de las estrellasWhere stories live. Discover now