Capítulo 12: María

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Hace un mes que no peleaba con Agustín, hace un mes que no le hablaba. Mi vida se sentía un poco más tranquila, sin embargo, también la sentía aburrida. Mi novio ya no era el mismo conmigo, mi mejor amigo pasa más tiempo con Fernanda, mi hermana ya se había ido a la cuidad por su trabajo.

Me sentía sola. Me sentía vacía.

El profesor de artes me llamó la atención porque estaba distraída jugando con el pincel, me pidió que salga del salón para hablar un poco, pero yo me limité a contarle mis cosas. Me dejó estar afuera de la sala y vi al alto solo, estaba sentado en el pasillo con los audífonos puestos mientras leía un libro, no alcanzaba divisar bien el nombre de portada.

No sabía que a Agustín le gustaba la lectura, no sabía nada de él en realidad. Me acerqué a él para hablarle y si, recuerdo muy bien que él me dijo que no nos miráramos ni habláramos, pero no podía aguantar las ganas de molestarlo.

—Así que tú también lees—me senté a su lado.

El solo me miró y siguió leyendo.

—No sabía que un idiota leía—el siguió leyendo, pero ahora vi cómo le subía más volumen a la música que escuchaba—. Háblame imbécil.

—Aléjate de mí Ramos—murmuró.

—Mira sé que me odias, pero solo quiero saber ¿cómo estás?—dije, dulcemente.

—No necesito tu maldita lástima Ramos—se levantó, dejándome sola en el suelo mientras el caminaba a pasos lentos.

—¡Eres un cobarde!—me levanté rápidamente y tomé de su brazo.

Él giro sobre su eje y busco mi mirada.  Estaba tan cerca de mí que llegue a pensar que me daría un beso, pero solo dijo.

—No me jodas más, no quiero que te me acerques—habló entre dientes—. No eres el hada madrina de las personas, Ramos.

Todavía sostenía su brazo. Estaba con un polerón que tenía semi remangado, mi mirada bajó hasta su brazo y pude ver unas pequeñas heridas en su muñeca, eran similares a una autolesión. ¿Agustín se lesionaba? ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué nunca hablaba de sus problemas? No quise preguntar nada al respecto y solo seguí la conversación.

—Lo sé. Sé que no soy el hada madrina, pero...—como de costumbré no pude terminar mi frase, ya que el habló.

—Y si lo sabes...entonces ¿por qué mierda sigues preguntándome si estoy bien o no?—tensó la mandíbula—. ¿Será que te importo? O solo es que necesitas a alguien que esté contigo porque tu novio no te presta atención—alejó su brazo y bajó sus mangas para que no pudiera ver sus heridas.

—Sabes algo—fruncí el ceño—, Te detesto. Te odio Agustín, te odio con todas mis fuerzas y no entiendo porque mierda me importa lo que te pasa. Solo has llegado a mi vida para arruinarla—mis ojos lentamente se llenaron de lágrimas.

No llores.

—Entonces, si me odias tanto ¿Por qué no te alejas de mí?—cortó la distancia entre nosotros para susurrarme.

No sabía que responder, así que solo lo miré por un largo rato y me fui sin responder su pregunta. Tenía miedo de lo que yo pudiera llegar a responder en ese instante, algo de razón tenía, ¿Por qué no me alejaba de él? ¿Por qué necesitaba de él? ¿Por qué no  me sentía  sola cuando estaba con él?

¿Será que te esta empezando a gustar?

No digas estupideces.

Llegué a casa y lo único que pude hacer, fue encerrarme en mi habitación y pensar en las preguntas que me hacía a mí misma. Puse música para poder calmar mis pensamientos y entre ellas empezó a sonar Don't Let Go.

Mierda.

Doble mierda.

No quería sentir lo que estaba sintiendo en estos momentos, no quiero creer que el odio que le tenía a él, realmente sea amor. No puede ser posible que a la persona que más odiaba en el mundo la estaba empezando a querer más de lo normal.

Creo que si te gusta.

No. No me gusta.

Te amaré más allá de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora