Capítulo 26: María

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Golpeaban la puerta de una manera desesperada. Mi madre se levantó de la mesa y se dirigió hasta allá para ver.

—¡María, ven!—gritó mi madre.

Dejé a un lado mi taza de té y fui rápidamente hasta la puerta. Cuando llegué vi un chico alto que estaba parado frente a mi madre, me acerqué y me sorprendió ver al castaño en mi casa tan temprano un día de semana. El chico tenía un raro aspecto, no estaba bien.  Sus ojos estaban hinchados y sus manos temblaban. 

Mi madre dijo que nos dejaría a solas.

—¿Pasa algo?—me acerqué a él.

El chico solo me miraba y no decía nada. Sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas, así que me acerqué aún más a él y lo abracé. No quise preguntarle nada en ese  momento.

Al abrazarlo, sollozó más fuerte, haciendo que él se aferrara aún más a mí, tratando de obtener protección con mí abrazo. Cuando quise seguir aumentando mi fuerza, él chico se quejó.

Algo no esta bien. 

—Déjame ver—traté de levantar su playera, pero él se opuso—. Agustín, déjame ver—insistí.

—No, por favor—suplicó.

—Solo quiero ver cómo te dejó, debo ver si te tengo que aplicar alguna crema o algo así—volví a levantar su polera y esta vez accedió.

Había más moretones en su pecho que la última vez. Tenía impotencia. Me daba mucha rabia que el miserable de su padre le haga daño. Él no tuvo la culpa de que su mujer lo haya dejado y engañado.

—Tienes que denunciarlo—confesé.

—Te dije que no puedo—su voz tembló.

¡¿Cómo qué no puedes?!

—Te va seguir pegando. Te puede llegar a matar—me miró extraño.

Temía, pero temía por él, ¿Tanto ama a ese hombre, cómo para no denunciarlo?

—Tenemos que irnos—mi madre apareció, interrumpiendo la conversación.

Agustín se limpió las lágrimas rápidamente y preguntó si él se podía ir con nosotras, mi madre asintió y fuimos los tres en auto. El recorrido fue silencioso, era como si nada hubiera pasado.

Tenía la necesidad de hablar del tema, pero sabía que a él no le gusta hablar sobre su padre. Se sentía avergonzado por la situación y eso lo entendía. Entiendo que el chico no quiera recordar que su madre lo abandonó y que ese señor solo le hace pasar malos ratos desde que supo la verdad.

—Bueno nos vemos chicos—mi madre se despidió, caminando hacia la sala de profesores.

Nos despedimos igualmente y entramos juntos al colegio. Agustín tomó mi mano entrelazando sus dedos junto a los míos, sus manos estaban frías y pude percibir como temblaba. La gente se nos quedaba viendo mientras caminábamos por el pasillo. Escuché a más de alguno susurrar sobre nosotros, Agustín apretó aún más mi mano tratando de darme seguridad y protección. Amaba tanto que hiciera eso.

—Tranquila—su voz se escuchó suave y dulce a la vez.

- ¡Hola chicos!

Alguien nos gritaba. Era Antonio con su sonrisa angelical, aunque se notaba en su mirada lo cansado que estaba, quizas fue a una fiesta en la noche y por eso su enormes bolsas debajo de los ojos. 

—Hola— Agustín y yo saludamos.

—¿Que está pasando aquí?—miró nuestras manos entrelazadas.

Te amaré más allá de las estrellasWhere stories live. Discover now