Capítulo 40: Agustín

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Me senté en la cama y miré a mí alrededor. Estaba desorientado, no sabía porque estaba en una habitación. Cuando me traté de levantar sentí como mi cuerpo me mando una corriente por todo mis lugares con marcas. Hice una mueca de dolor. 

—Tranquilo, te desmayaste—se acercó mi tío.

Toqué mi cabeza y recordé a María.

—¿Dónde está María? ¿Qué pasó con ella?—pregunté.

Antonio y mi tío se miraron, ninguno pudo darme una respuesta en el instante. Comencé a desesperarme por el silencio.

—¿Qué pasó?—insistí.

—Cuando entraron los médicos—habló Alfredo—. Tú saliste de la sala y te desmayaste. Te trajeron a esta sala y a la chica la trataron...—se cayó.

Algo no estaba bien. Algo no anda bien.

—La trataron de reanimar—finalizó Antonio en llanto.

Me levanté rápido de la cama y fui en busca de la habitación de ella, miré a todos lados hasta que pude llegar al lugar, entré sin preguntar y vi a Clara, estaba tirada en el suelo tomando una mano de María. Sus ojos estaban tan hinchados por el llanto.

—No, no, no...—negué varias veces mientras balbuceaba—. María, no puede estar...—no pude terminar mi frase.

La madre de María solo me miraba con consuelo.

—Amor- caminé hacia la camilla—. Vuelve, por favor—susurré.

Tenía la pequeña esperanza de que abriera sus ojos y me dijera que esto es solo una pesadilla. Mi corazón se quebró al verla tan vulnerable, verla ahí, sin vida.

—¡MARÍA!—grité con fuerza—. Me lo prometiste—dije con el corazón en la mano.

Sentí una pequeña mano en mi hombro, giré sobre mi eje y era Clara. También había perdido una parte de ella, en tan solo pocos meses había perdido una hija y ahora perdió a otra más. 

—Ella es el amor de mi vida Clara—sollocé—Ella no me puede dejar así, no se puede ir.

—Yo perdí a mi hija—su voz tembló.

—¡NO LA PUDE SALVAR!—mi garganta ardió al gritar cierta frase—. Merecen pagar esos imbéciles.

Mis piernas estaban cansadas, así que caí al suelo frente a la camilla.

Se me vinieron miles de recuerdos sobre ella. Cuando ella tropezaba cada vez en el casillero conmigo. La primera vez que nos vimos, cuando ella estaba en la fiesta o cuando estábamos en mi habitación bailando y haciendo el amor por primera vez.

—Te amé antes de saber quien eras María Ramos López—indiqué mirando su cuerpo—. Él me contaba mucho de ti y me sentí atraído hacia ti con tan solo la descripción que él tipo me daba. Cuando te conocí te traté mal y si lo hice, porque sabía que estabas muy encantada con Tom. Admito tenía celos, sin embargo, te acercaste a mí, entraste en mi vida en el mejor momento, pero ahora no puedes abandonarme amor. No puedes solo irte de mi vida—sollocé con más fuerza.

Me levanté y abracé a la chica, sabía que ella no iba hacer lo mismo, pero eso no me importaba, solo necesitaba sentirla por última vez. Algo en mí se quebró, todos mis sentimientos se derrumbaron. No estaba preparado para dejarla ahí, sola.

Me encerré en mi habitación, eran las once de la noche, solo quedaba una hora para su cumpleaños, era un cumpleaños de mierda. Soñábamos tantas cosas juntos, pero solo será eso, un sueño que no se podrá cumplir y eso era lo que más dolía.

Esa noche me la pasé llorando y gritando su nombre reiteradas veces, tomé una de las tres almohadas que tenía y me la colocaba en mi rostro para así gritar lo más hondo y desgarrador posible. Sabía que no serviría de nada poder desquitarme con algo, porque nada de lo que haga me aseguraba que ella volvería a mi lado con su sonrisa hermosa.

Te amaré más allá de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora