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Alexandra Broome

—Vale, mamá, te amo mucho. Gracias, gracias por darme el permiso, ¿bien? Eres la mejor mamá en el mundo—le llené las mejillas de besos, le dí un abrazo y ella rió, devolviendo el abrazo.

Me levanté de su regazo, y le sonreí, tomando mi bolso para colgarlo en mi hombro. Ella se levantó también y me dió un beso en la frente.

Ella sonrió.

—Yo también te amo, ¿ok? No vayas a llegar tan tarde—me advirtió, colocando sus manos en su cintura y elevando una ceja.

Yo sonreí, asintiendo.

—Vale. Prometo llegar temprano—fruncí el ceño, reconociendo algo—. Aunque, mamá, ahora que lo pienso, creo que no tardaría mucho. O sea, es sólo pintar con pinceles y ya.

Ella negó, cruzandose de brazos.

—No, cariño. Todo arte lleva su tiempo. Así como los músicos se toman su tiempo para escribir estrofas, como los escritores piensan por un buen tiempo lo que van a escribir, los artistas se toman el suyo. Eso no es tan fácil como parece, tú solo tomate el tuyo, ¿ok?

Yo fruncí un poco los labios, uniendo mis manos y colocandolas en frente de mí, dejandolas caer a la altura de mi vientre.

—Mamá, parece gracioso que tú me consideres una artista, sabiendo que no lo soy—digo, encogiendo mis hombros, chasqueando mi lengua—. Yo solamente paso un pincel mojado en tempera sobre un lienzo en blanco... Nada del otro mundo.

—¿Y crees tu qué eso no es arte? Claro que lo es. Cuando pasas ese pincel sobre un lienzo en blanco, estás plasmando muchos sentimientos sobre él, ¿o me vas a decir que no sientes nada?

Yo tragué saliva, bajando la mirada al suelo y mordiendo mi labio inferior. ¿Qué sentía cuándo tomaba un pincel y quería plasmarlo sobre un lienzo? Cuando empezaba a hacer lo que sea que iba a hacer, la tristeza, la rabia, el rencor y el odio llegaban a mí. Pero más el dolor... Eso era lo que sentía por Richard, y, claro, amor. Porque aún lo amaba, lo quería, era mi padre y por eso me dolía que jode quién era ahora, lo que hacía y lo que me decía. Pero más dolía lo que hizo, dijo y quién fue en el pasado. Pensaba en los momentos que pasaba junto a él de pequeña, las risas compartidas con él, los abrazos entre él, Claudia y yo. Los «Te quiero, mi pequeño tomate» que él me decía, me lastiman profundamente, creando agujeros profundos en mi corazón.

¿Por qué él tuvo que joderlo todo? ¿Por qué tuvo que cambiar sólo por el maldito alcohol? ¿Por qué? Yo necesitaba al padre que él alguna vez fué, necesitaba el calor de sus abrazos. Yo necesitaba a mi padre. El Richard que es ahora no es el mismo de antes, y a éste Richard yo no lo quiero, yo lo odio. ¿Qué le costaba a él volver a ser como antes y... volver a casa? No tenía que volver a unirse con mi madre, no. Solamente que volviera y compartieramos momentos juntos.

Eso era lo que pensaba al momento de tomar un pincel bañado en tempera. Todos esos pensamientos y sentimientos empezaban a atormentarme, causando que dijera: "No, hoy no puedo". Y esa fue mi excusa durante mucho tiempo. No me creía capaz de volver a pintar sobre un lienzo y hacer algo hermoso, porque pensaba en esa noche, en los ojos de mi padre, en como me gritó y como me llamó "estúpida", "débil" y....

—¿Alexandra?—la voz de mi madre me sacó de mis pensamientos, salvandome  a la vez de éstos. Levanto la mirada y me encuentro con esos ojos esmeraldas, mirándome con confusión—. ¿Por qué te quedaste muda? ¿Acaso dije algo malo?

Yo niego, elevando mis manos y haciendo un gesto de despreocupación.

—Nada, solo ignorame—saqué mi teléfono de la cartera y veo la hora: 15:50. Lo guardo de nuevo, y miro a mi mamá, quién aún me mira con confusión y preocupación—. Tú tranquila, mamá. Ya tengo que irme, faltan 30 minutos para que la clase en el taller empiece. Y sabes que es lejos, así que tengo que irme ya.—le doy un beso en la mejilla y le doy una sombra de sonrisa—. Así que, hasta luego, mamá.

Me Enamoré De Un Desconocido (Desconocido #1)✓Where stories live. Discover now