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Alexandra Broome

—Mentí cuando dije que te llevaría a casa—murmuró Max, sin quitar la vista de la carretera. Yo abrí mis ojos en grande, mirándolo de forma acusatoria, esperando una explicación de su parte. Él sólo estiró una sonrisa de picardía—. Calma, mujer, le he escrito a tu hermana, y ha estado de acuerdo... —me miró con un brillo en sus ojos—. Hoy duermes en mi casa.

Al terminar de decir eso, me guiñó un ojo y volvió su atención a la calle. Yo medio abrí mi boca, sorprendida, y un rubor se expandió por mis mejillas al percatarme del tono en el que lo había dicho. Suspiré, sin protestar, y me dediqué a mirar la noche sobre nosotros y los pocos autos que pasaban a nuestro lado. Recosté mi cabeza en el asiento, sintiéndome tan relajada.

Haberle contado a Max lo que me pasó hace ya un año, me hizo sentir tan libre, como si contarle eso a él me quitara un peso de encima, que dejara de sentirme culpable, aunque yo no tuviera la culpa de nada. Admito que me angustiaba ver su reacción, pero me sorprendió observar que su expresión era fría y que estuviera tan tenso. Max dijo que quería golpear a mi padre por lo que hizo, pero no sé si lo dijo en broma o en serio...

Mami, no es el único que quiere darle en la madre a tu querido padre.

El punto es que, haberle dicho eso a alguien que no fuera mi familia, amigos o mi terapeuta, me hizo sentir tan bien. Y no voy a olvidar jamás el como mi corazón se aceleró de felicidad al ver la expresión de orgullo de Max cuando le conté mis avances con la ansiedad y depresión. Fue la primera vez que me sentí querida, amada, que no era solo una chica con problemas y heridas, no, sino una chica que necesitaba sanar y que tenía el apoyo de alguien más.

Yo necesitaba ayuda, y lo acepto, sólo que siempre me he sentido sola, a pesar de tener a mamá y a Claudia, siempre he sentido que solo soy un cero a la izquierda, que mis problemas son un verdadero estorbo... Creo que esa fue la gran enseñanza que me dejó Richard después de todo.

Que yo le molestaría a cualquiera que se acercara a mí.

Y vuelvo a preguntarme lo de siempre, ¿por qué esa forma de tratarme? Yo nunca le hice nada.

Yo solo lo que hice fue quererlo...

—Hemos llegado, pelirroja—la voz de Max corta el hilo de mis pensamientos, salvandome a la vez de ellos. Pestañeo dos veces, alejando las lágrimas que se habían acumulado y miro al frente. Frunzo el ceño al ver que estamos en un mirador, dónde se puede observar el resplandor de la luna y las estrellas.

Esta noche, el cielo se ve hermoso, oscuro y con el brillo de la luna y las estrellas. Encantada por el espectáculo nocturno, abro la puerta del auto y bajo de él, encaminandome hacia la punta del mirador, observando de más cerca el cielo. Sonreí. Amaba a la luna, ella era tan hermosa, a pesar de ser solitaria y fría... No como el sol, que era cálido. Creo que eso es lo que hace interesante a los dos. Mientras uno es cálido, el otro es como un hielo, y que, por eso, hay personas que dicen que son como una historia de amor prohibido... Nunca pudieron estar juntos, por eso uno solo se aprecia en la noche y el otro en el día.

Escuché los pasos de Max detrás de mí, lentos, hasta que se colocó a mi lado. Lo miré, sin borrar mi sonrisa. Max tenía un brillo en sus ojos, con las manos dentro de sus bolsillos y su cabello cayendo desordenado sobre su frente. La luz de la luna lo hacía ver más pálido, y su cabello, brilloso.

—Es hermoso, Max—susurré, encantada.

Él asintió.

—Así como tú admiras al cielo, así te admiro yo a tí, Alexandra—murmuró, su voz tan suave—. Así como admiras la luna, yo admiro tus hermosos ojos, brillantes. Así como admiras las estrellas, yo admiro las lindas pecas que corren por tus mejillas. Así como admiras el color del cielo, así admiro tu sonrisa. Eres tan perfecta como él, y brillas tanto que duele—suspiró—. Eres tan perfecta, y yo la persona equivocada para amarte.

Me Enamoré De Un Desconocido (Desconocido #1)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora