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“Lleva tatuadas todas las heridas de un pasado fuerte y cruel, tiene mil vacíos, mil preguntas, mil porqués, es tan niña por dentro que sigue esperando al indicado, como si la esperanza fuese su frente de batalla, tiene la fuerza de mil mares en su pecho y es increíble que, a pesar de haber sufrido tanto, tenga una mirada con ganas de ser feliz, con ganas de soñar... ”

—Sam Chevalier.

Alexandra Broome.

Un año atrás.

Estábamos sentados en la mesa, con nuestra cena frente a nosotros, esperando que mamá se sentara con nosotros para poder empezar. Admito que tenía hambre en ese momento, bueno, no me gusta comer mucho, pero la comida de mi madre... Es exquisita y tiene un olor divino. Es lo mejor que puedes probar.

Levanté la mirada de mi plato, enfocándola en mi padre, quién veía su lata de cerveza con impaciencia. Su cabello negro estaba un poco despeinado, y algunas canas se hacían ver. Su expresión estaba cargada de molestia y unas ojeras se veían debajo de sus ojos. Frunció el ceño con irritación y me devolvió la mirada. Tomé un respingo y bajé la mirada de inmediato. Le tenía miedo a esa mirada azul.

Claudia, por su lado, revisaba su teléfono mientras esperábamos a madre. Repiqueteaba los dedos sobre la mesa, mientras pasaba el dedo pulgar de su otra mano por el aparato una y otra vez. Parecía revisar alguna red social.

Una canción que papá escuchaba seguidamente, sonaba en la radio, a todo volumen. A papá le encantaba esa canción, a mí no, ni siquiera sabia como se llamaba. Lo cierto es que esa canción me causaba escalofríos.

—¿Dónde carajos se metió esta mujer?—siseó mi padre, se notaba la molestia en su voz. Yo miré mis manos unidas en mi regazo, evitando a toda costa mirarlo—. He hecho una pregunta, ¿por qué carajos no la responden?

Yo no quise hablar, las palabras quedaron atoradas en mi garganta. Dejé que Claudia lo hiciera, ella era más valiente que yo cuando se trataba de mi padre borracho. Quería su valentía.

—Está en la cocina, papá—escuché que decía Claudia con voz calmada, dejando su teléfono sobre la mesa, a un lado de su comida—. Está hablando por teléfono.

Silencio por parte de mi padre.

Bueno, fue un silencio bastante corto.

Escuché como la silla de mi padre rechinó, lo que me hizo entender que se había levantado. Elevé la mirada, viendo la expresión de furia que llevaba en su rostro. Golpeó la mesa con sus dos puños, con tanta fuerza que la lata de cerveza cayó al suelo y mi vaso de agua se  derramó. Solté un jadeo, levantando el vaso y tomando una servilleta para limpiar el desastre.

—¿Ah, si? ¿Con quién estará hablando?—murmuró, dirigiéndose a la cocina con rapidez, ignorando el desastre que dejó en la mesa.

Miré a Claudia alarmada, ella me miró de la misma forma. Dejé la servilleta sobre la mesa y las dos lo seguimos apresuradas y con un miedo latente en nosotras.

Al entrar en la cocina, mi padre le arrebató el teléfono que tenía mi madre en la oreja y lo lanzó al suelo, furioso. Mamá le frunció el ceño, y retrocedió dos pasos, temerosa. Claudia y yo nos quedamos paralizadas en el umbral de la cocina, observando, sin poder hacer nada. Yo había comenzado a temblar.

—¿Qué pasa, Richard? ¿Por qué tiras el celular de esa forma?—titubeó mi mamá, colocando las manos, que estaban detrás de ella, sobre el mesón. Sus ojos estaban abiertos en grande.

Me Enamoré De Un Desconocido (Desconocido #1)✓Where stories live. Discover now