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Alexandra Broome

—Tengo sueño—murmuré, soltando un bostezo.

Max va conduciendo de vuelta a nuestras casas. Ya son las seis de la tarde y el sol se está ocultando, el atardecer cayendo poco a poco. En algunos minutos, la noche llegará, y yo lo que quiero es llegar a mi casita y tirarme en mi cómoda cama para tener dulces sueños.

Amo dormir.

La tarde de playa con Max fué divertida y agradable. De verdad que me sentí bien. Yo no solía visitar mucho la playa, siempre le buscaba cualquier excusa, además, no me gustaba lucir en mi cuerpo en traje de baño... Pero, Max hizo que pensara diferente esta vez.

Me hizo sentir un poco de confianza y seguridad... Además, ¿porqué debería de avergonzarme delante de él? Es Max, él no juzga ni crítica.

Admito que me sentí muy halagada cuando soltó aquellas palabras sobre como me veía con el traje de baño. Mi corazoncito se acelera al recordar como él me llamo su “Diosa del Olimpo”. Sentí el cosquilleo molesto en el estómago otra vez, pero la felicidad y amor que tenía dentro del cuerpo era grande.

Amaba pasar momentos así con Max, él era increíble, fantástico.

Confieso que también me sentí un poco nerviosa cuando le confesé que lo quería. También tuve miedo de que él dijera que no sentía lo mismo, porque, vamos, ¿quién me aseguraba a mí que él no sólo estaba buscando divertirse con una ilusa de dieciocho años?

A veces, siento que es así. Me pongo a pensar sobre eso y mi ánimo decae. No soy suficiente para alguien, ¿qué hay de bueno en mí? Nada. Sólo soy una chica con muchas cicatrices y heridas que deben sanar.

¿Quién querría a alguien que tiene rota hasta el alma?

Dejando eso de lado, el resto de la tarde fué agradable. Ejem... Max y yo compartimos muchos besos y... Mmmm, puede que yo terminara con algunos chupones en el cuello... Pero, no pasó nada más, sólo fueron besitos...

Claro, besitos en los que terminaste más caliente que el sol de verano.

Dios, cállate.

Bueno, ignorando a conciencia, después de esa sesión de besitos, nos sentamos en la roca que había cerca del agua y admiramos las olas ir y venir. Max y yo hablamos de cosas sin importancia, ¡incluso discutimos porque él aseguró que lo bueno de la playa es la arena! Obviamente, yo le dije que no, ¡o sea, terminas con arena por todos lados! Y cuando digo todos lados me refiero a TODOS LADOS. Él lo único que hizo fué reir a carcajadas por lo que dije, y luego comimos los emparedados que él preparó.

También me sorprendió con una tarta de manzana, que él mismo preparó, pero que no probó porque odia las manzanas, no le agradan. Así que, sólo se comió una porción de pastel de chocolate que mamá le regaló en una taza sólo para él.

En conclusión, éste viaje fué agradable. Ya estoy ansiosa por contarle a las chicas, o a Aaron, o hasta a la mismísima Claudia.

Pero no al chismoso de Joseph.

—¿Tanto te cansó esa sesión de besos?—preguntó Max con picardía, estirando una lenta sonrisa llena de malicia en su rostro, sin quitar la vista de la carretera.

Giré los ojos, sintiendo un calor correr por mis mejillas, cuello, orejas y por todo el cuerpo.

—No, de hecho...

—¿Quedaste con ganas de más?—me interrumpió, elevando una ceja y sin borrar esa sonrisa del rostro.

¿Es obligatorio negar lo obvio?

Me Enamoré De Un Desconocido (Desconocido #1)✓Where stories live. Discover now