Capitulo 6

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— Mihrimah, la sultana Hürrem quiere que bajes. — la señorita Daye llegó hasta ella, llamándola por su nuevo nombre, pues esa había sido la orden del sultan.

— ¿Yo? ¿Para que? — preguntó la joven pelirroja.

— No tengo que darte explicaciones mujer, baja ahora. — le ordenó la Kalfa, mientras Mihrimah la seguía.

— Mihrimah, el sultan te dio un nombre hermoso. — Hürrem la miró de arriba a abajo.

— Gracias sultana. — la joven sonrió, haciendo una reverencia.

— ¿Eres una gitana no es así? — la miró con superioridad. — ¿De donde vienes?

— Soy rusa. — Mahidevran sonrió complacida, el destino le había traído a Hürrem alguien igual que ella. — De Moscú.

La mandíbula de Hürrem se endureció al escucharla, aun teniendo presente la risa del sultán en su mente.

— Baila para nosotras, si eres una gitana, debes ser buena bailando. — la miró con dureza, observando como la joven no la obedecía.

— Baila. — ordenó la valide.

— Como ordene. — ella asintió, comenzando a bailar, movía sus caderas de forma seductora al compas de la musica, mientras sonreía al ver la cara de pocos amigos que todas tenian.

— Bailas muy bien Sherezade. — Hürrem la miró desafiante.

— Gracias sultana. — ella sonrió, si Hürrem pensaba que podía sacarla de sus casillas, estaba muy equivocada. — ¿Puedo retirarme?

Hürrem asintió molesta, esperaba que la joven hiciera algun tipo de berrinche al escuchar como la llamó, pero no funcionaba, ella no caía en sus provocaciones.

La joven hizo una reverencia mas, mientras sonreía, regresando a su lugar.

— Quiero que se vaya. — susurró Hürrem.

— ¿Por que? ¿Temes que tu reinado termine cuando acaba de empezar? — Mahidevran sonrió con diversion, si bien estaba molesta porque otra mujer se interponía entre el sultan y ella, le complacía ver a Hürrem tan fastidiada.

— Se irá. — susurró la madre sultana. — Le conseguiré un esposo pronto.

La pelirroja sonrió complacida, sin duda tener a la madre sultana de su lado le estaba resultando de maravilla.

Mihrimah observaba con cierta diversion la actitud de las mujeres del sultan, todas peleando por un hombre, era patético segun su punto de vista y esperaba no convertirse en una de ellas, pues se sentía totalmente incapaz de vivir su vida teniendo que pelear día a día por sobrevivir.

Fue entonces que observó al pequeño príncipe Bayaceto, pensando en todo lo que ese pequeño niño sufriría en el futuro, para después mirar al principe Mustafá, el que moriría por engaños de la sultana Hürrem y los problemas que Mahidevran ocasionaba.

Después posó su vista en la sultana Ezgi, la pobre bebe que viviría toda su vida siendo despreciada por su madre, pues Firuze estaría resentida con ella por haber nacido niña, quitándole la oportunidad de convertirse en una sultana.

Todos esos bebes que sufrirían un destino triste y trágico por la ambición de sus madres, su conciencia le pedía hacer algo por ellos, darles el apoyo y amor que necesitarían, pues si no podía cambiar el futuro, trataría al menos de que su presente fuese menos miserable.

Los días pasaban y con ellos el amor del sultan por Mihrimah crecía, aunque la joven se negaba a tener sentimientos por el, pues estaba convencida de que se iría en cualquier momento y ese parecía haber llegado, pues con la partida del sultan a la campaña, la Valide Sultan la mandó llamar a sus aposentos.

— Sultana. — la joven hizo una reverencia.

— Mihrimah, te he mandado llamar porque quiero que me acompañes al jardin. — la mujer la miró con una sonrisa maliciosa, haciendo que la joven entrecerrara los ojos desconfiada, pero aun asi no podía negarse, así que simplemente asintió. — Ven conmigo.

La mujer se levantó al ver entrar a Daye, quien solo hizo una seña a la sultana, la cual no pasó desapercibida para Mihrimah.

— Entonces Mihrimah, ¿toda tu familia es gitana? — preguntó la sultana al llegar al jardín, mostrando un claro desinterés, observando a sus alrededores mientras fruncía el ceño.

— No, mi familia y yo naufragamos a mitad del océano, nunca supe nada mas de ellos. — la joven inventó una mentira rápida. — Los gitanos me adoptaron y viví con ellos los ultimos 5 años.

— ¿Como te adaptaste a sus costumbres tan extravagantes? — un destello de superioridad y desagrado cruzó los ojos de la sultana.

— No son costumbres extravagantes sultana, solo son personas diferentes, ven la vida de mamera diferente. — sonrió Mihrimah. — Eso los hace especiales, no extravagantes.

— ¿Que clase de educación recibiste de ellos? — la sultana ignoró por completo la respuesta anterior de la joven.

— Se que trata de insultarme con esas preguntas, pero no me ofende en absoluto. — la joven sonrió. — Se leer y escribir perfectamente, claramente aun no perfecciono el turco pero confió en mis habilidades, los gitanos me han educado perfectamente.

— Eres altanera al hablarme de esa forma.

— No es mi intención ofenderla. — la miró, tomando una pequeña rosa en sus manos.

— Puedes cortarla si quieres.

— A veces es mejor solo admirar de lejos sultana. — ella se apartó del rosal. — Si la corto, en pocos días perderá su belleza, es mejor dejarla florecer completamente y solo admirarla de lejos.

— Bien, creo que fue suficiente por hoy. — la sultana miró a Daye. — Daye, que la señorita Mihrimah me acompañe en la cena.

— Como ordene sultana. — ambas reverenciaron al ver a la sultana irse.

— ¿Va a casarme cierto? — sonrió Mihrimah, sorprendiendo a Daye. — No soy tonta, yo no le agrado y a menos que la cena sea para anunciar mi próxima boda, no existe ninguna otra razon para que la sultana me invite.

— Lo sabrás en la cena. — la mujer solo se fue, dejándola sola.

— Bueno, al parecer el dia de irme de aquí ha llegado. — Mihrimah susurró, volteando su vista nuevamente a los rosales. — Tal vez también pueda florecer lejos de aquí como ustedes lo haran.




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Dynasty ||•Sultan Suleyman•||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora