Capitulo 32

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— Debe decirme, ¿como le ha ido a mis hermanos en la guerra? — Mihrimah preguntó.

— Iskender bey ha salvado mi vida Mihrimah, intentaron asesinarme y el me salvó. — Suleyman la miró.

— ¿El está bien? — ella lo miró alarmada.

— Lo está mi sol, no debes preocuparte, el está bien. — sonrió, observando a la joven suspirar con alivio.

— ¿Podré verlos pronto? — la joven enfocó su mirada en el, mientras el sultan asentía y suspiraba. — Gracias.

Ambos se quedaron en silencio, hasta que un guardia tocó la puerta, anunciando que Neylan se encontraba afuera.

— Estoy ocupado en este momento, que vuelva después. — ordenó, observando como Mihrimah negaba.

— Puede atenderla, yo ya no tengo nada mas por hacer aquí. — ella sonrió, aguantándose las ganas de decir algo impropio. — Compermiso su majestad.

El sultán negó al verla salir, ella no iba a perdonarlo jamas, había lastimado su confianza y orgullo, no lo olvidaria y mucho menos lo perdonaría.

Fecha: 22 de diciembre de 1523


Firuze se marcharía del palacio ese mismo dia, todo ante la atenta mirada y sonrisa victoriosa de Mihrimah, quien la observaba desde el balcon, ahora acompañada por el príncipe Cihangir.

Le dio una sonrisa llena de satisfacción, justo cuando la mujer miró hacia arriba, deteniendo sus ojos en la pelirroja, quien solo hizo una mueca de fingida tristeza hacia ella.

— Quiero despedirme sultana. — Mihrimah sonrió hacia Hatice, quien asintió, acompañándola hacia abajo.

— Ten un buen viaje Firuze y cuidate mucho. — la madre sultana susurró, girando los ojos al ver a la pelirroja aparecer frente a ella.

— Firuze, espero que llegues al palacio de caza con bien y que no encuentres ningun inconveniente en el camino. — ella sonrió malévola, dejando impresa ahí mismo una amenaza. — Oh y no debes preocuparte por tu príncipe, el sultan me ha concedido el permiso para cuidarlo, yo seré quien se haga cargo de el a partir de ahora.

Claramente esa noticia tomó por sorpresa a la sultana Hafsa, quien de inmediato enfocó su vista sobre ella, ¿cuando era que Suleyman habia decidido eso? Y lo peor, ¿como era que no se lo había consultado antes? El conocía las normas, sabia que eso estaba prohibido, ella era quien debia encargarse de la educación del príncipe.

Le dio una mala mirada a la mujer, dejando el lugar, debía hablar con su hijo, no podía permitir que esa mujer se encargara de su nieto.

— No pudiste aguantar las ganas de venir a destilar tu veneneno, ¿no es así serpiente? — Hürrem la miró.

— Hürrem tiene razón, no eres mas que una odalisca venenosa. — Mahidevran también atacó.

— Y la madre de dos príncipes a partir de hoy. — Mihrimah sonrió divertida, causando que el enojo en ambas mujeres aumentara.

— No cantes victoria tan pronto Mihrimah, Neylan está embarazada también, seguro dará a luz a un príncipe. — Hürrem le sonrió de la misma forma.

— Oh, vaya, está tan sola sultana que ahora celebra los embarazos de otras mujeres. — la pelirroja sonrió, observando el rostro de Hürrem descomponerse. — Aunque lo entiendo, estando en su posicion, yo también estaría igual de amargada, el sultan ya no desea verla siquiera, comprendo su amargura.

— ¿Como te atreves? — le gritó Hürrem.

— Guarde la calma sultana, comportese a la altura de su nombre. — ella compartió una mirada con Hatice. — No puede ir por el harén gritando de esa manera, no es un comportamiento correcto para una sultana.

— Mihrimah tiene razón Hürrem, guarda la compostura. — Hatice la reprimió. — Firuze, el carruaje te espera, vete ahora.

Mihrimah observó a la mujer marcharse mientras sonreía, dándose vuelta para irse.

— Mihrimah. — Neylan llamó su atención. — Daré a luz a un príncipe, seré mas poderosa que tu, tendré dos principes de mi propia sangre.

— Y aun así, el sultan seguirá prefiriendome a mi. — la pelirroja sonrió orgullosa, dejando el lugar.

— Estuviste excelente Mihrimah. — Hatice sonrió.

— Creí que vomitaría en cualquier momento sultana. — la pelirroja negó. — Esa mujer tiene razón, no importa cuanto quiera negarlo, no importa si el sultan me prefiere, ella tiene a un hijo de el en su vientre.

— No pienses mas en eso Mihrimah. — ella negó. — El sultan solo te ama a ti.

— Desearía poder creerlo, pero no debo engañarme sultana, debo concentrarme em mi objetivo, mantener con vida a mis hijos. — ella sonrió. — Esta tarde veré a mis hermanos.

La pelirroja cambió de tema, sonriendo a la sultana, quien sonrió también.

— Imagino que estas muy feliz por ello. — Hatice sonrió.

— Realmente lo estoy sultana, he estado muy preocupada por Iskender, su majestad me ha dicho que el salvó su vida, estuvo a punto de morir por el. — Mihrimah soltó preocupada, haciendo que la mujer se alarmara.

— Pero ¿ya se encuentra bien cierto? — preguntó Hatice con genuina preocupación.

— Lo está Hatice, no debe preocuparse. — la mirada de la pelirroja se enfocó en ella de forma sospechosa, mientras la mujer solo disimulaba su preocupación.

— Es que, el parece ser un buen hombre y nuestro sultán ha sobrevivido por el, me preocupa que podamos perder a un buen soldado. — se excusó nerviosa. — Debo ir a mis aposentos, por la tarde te visitaré.

— Sultana, ¿se encuentra bien? — Mihrimah entrecerró los ojos, mirandola fijamente.

— Si, solo estoy un poco cansada, tengo dolor de cabeza. — ella se excusó.

— El tomillo es bueno para eso. — Mihrimah sonrió divertida.

La pelirroja guiñó un ojo en su dirección, haciendo a la mujer sonrojarse a mas no poder y mirarla avergonzada.

— Gracias Mihrimah, te veré por la tarde. — ella sonrió, marchandose de ahí.

— La tia Hatice está extraña ¿cierto querido? — preguntó a Mehmed, quien solo rió y aplaudió. — Si, yo tambien lo creo.

Ella siguió caminando hasta los aposentos del sultan, llevando con ella a ambos bebes.

— Quiero ver al sultan. — ordenó a los guardias, quienes de inmediato la dejaron pasar.

— Mihrimah, mi sol y mi luna. — Suleyman sonrió al verla. — Deseaba ver tu hermoso rostro.

— Su majestad. — ella hizo una pequeña reverencia. — He traído a los príncipes conmigo, Mehmed lo ha extrañado estos días.

— Y yo a el. — sonrió, cargando al pequeño bebe. — Mi leon, mi príncipe.

La pelirroja sonrió enternecida, hasta que se recordó a si misma que no podía bajar la guardia, ella odiaba al sultan en esos momentos, no podía olvidarlo.

Esa escena no pasó desapercibida para Suleyman, quien sonrió internamente al verla, su amada gitana era una mujer dificil, era por eso que la amaba tanto.



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Dynasty ||•Sultan Suleyman•||Where stories live. Discover now