Capítulo IV - El peso de las palabras

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Por más que trataba de recordar, Briel no llegaba a comprender las palabras que su madre le había dicho una y otra vez cuando era niño, pues carecía de experiencia de vida. En ese entonces lo tenía todo, por eso no se preocupaba de nada, sin embargo, en un parpadear, perdió lo que más amaba en el mundo... a su pequeña hermana, a su papá y... a su adorada madre.

Día tras día maldecía en su interior el momento en que fue arrancado cruelmente de su mundo, de sus raíces, de su familia, que aunque un poco agrietada, seguían de pie apoyándose y amándose todos juntos.

Incluso después de tantos años sólo, siempre los extrañaba y los seguía amando con todo el corazón.

Cuando el chico llegó a ese extraño mundo, no sabía muy bien si solo se trataba de una pesadilla, sin embargo, con el tiempo aprendió que una simple pesadilla sería más conveniente que esa horrible realidad. Fue difícil acostumbrarse a los maltratos, a los insultos y a la discriminación. En un inicio se sorprendió porque al igual que en su mundo, el racismo y el clasismo, aunque en diferentes formas, estaban fuertemente inculcados desde la niñez en ese lugar; para ellos, la fortaleza del maná y el poder eran fundamentales para crecer, por ello, sabía que él no era más que basura, pues sin importar lo extraño que fuera su maná y lo ágil que fuera para las misiones, seguía siendo un invocado con dueño.

En ese mundo, no era más que una mascota exótica con collarín.

No obstante... algo que lo sorprendió años después de su llegada... fue ese reino en donde criaturas de diferentes razas convivían en paz sin preocupaciones vanales como en los reinos humanos.

Al pasar los días junto al dragón y los demás, por unos instantes olvidó que era un invocado, y según resentía en su mente, rápidamente se acostumbró a los buenos tratos, como a tener tres comidas al día, o ser tratado con amabilidad.

En realidad... el azabache no quería irse, pues por primera vez, se sentía protegido a lado de Ryu.

-¡Lagartija! ¿Cuándo vamos a volar? Me lo prometiste, y aún así lo único que haces por las noches es hacerme enojar... ¡NI SIQUIERA ME DEJAS DORMIR A GUSTO! Siempre me observas mientras duermo, me vas a matar con esa mirada rara, sabes que no te puedo hacer nada... no puedo herirte y no quiero robarte nada.

El pelirrojo solo miró al hombre que estaba siendo regañado, pero, como buena mano derecha, se dirigió hacia él con una sonrisa y dijo.

-General, yo me encargaré de las tareas de hoy, vaya con ese enano demonio escandaloso, o no lo dejará en paz.

Suspirando, el moreno agradeció.

Al escuchar el suspiro, Briel se sintió mal, pues no quería ser una molestia para el dragón debido a sus caprichos.

Repentinamente, sujetó a Maru del brazo y respondió.

-Cornudo rojo, olvidé que hoy iba a pasar el día con Pinku, me dijo que me haría de comer un postre tradicional y me pidió ayuda para hacer algunas tareas. Llévate a esa lagartija al trabajo, no quiero que la señorita Alice se enoje conmigo.

-Enano, no puedes dirigirte así al general, ya habíamos hablado de eso...

Ryu se sorprendió ante las palabras del chico, pues su actitud parecía extraña, así que lo separó del pelirrojo, y lo tomó por los hombros.

-¿Por qué cambias de opinión tan de repente? No has dejado de decirme que quieres que te lleve a volar, por qué ahora estás~

Sin dejarlo terminar, Briel extendió sus brazos y lo sujetó de las mejillas provocando que se vieran cara a cara.

-Estás ocupado, puedo esperar. Ve con Maru y la señorita Alice, tienes que trabajar para mantener seguras a todas las buenas criaturas del reino, y para darme de comer cosas sabrozas, ¿entiendes? Sigo siendo tu huésped...

El amante del dragónWhere stories live. Discover now