Capítulo XLVIII - Un dragón atontado (pt. 2)

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Con el paso del tiempo, aquellos temas románticos que para algunos eran emocionantes y divertidos de hablar, para Briel... para ese humano que solía ilusionarse por solo ver el rostro de aquel a quien más amaba, se volvieron de poco interés, incoloros, e incluso incomodos de tocar, ya que le molestaba recordar esos momentos en los que su corazón revoloteaba como loco gracias a las ocurrencias de ese tonto dragón; su inocente primer amor y los recuerdos que forjó a su lado, se habían convertido en un doloroso recuerdo que evitaba revivir por el temor a experimentar nuevamente...una soledad que quería olvidar.

No obstante... aunque tratara de encerrar sus sentimientos en una barrera aprueba de ilusiones, desde que esa criatura revoltosa llegó como una fresca tormenta primaveral a su tranquila vida, todo aquello que había evitado fervientemente sentir, comenzó a filtrarse... de forma ágil, sutil y algo torpe, pero que cargaba gran ternura.

Al escuchar la palabra "cita" en ese conjunto de palabras, su ser entero comenzó a tensarse. -¿Ah?, ¿cita?, ¿qué estás tramando bestia tonta?

El moreno estaba que temblaba por la visible emoción que todo su cuerpo irradiaba mientras le mostraba los interiores de la acogedora cabaña.

-¿Ryu? ¿qué te pasa?, ¿puedes escucharme? Necesito que me expliques bien lo que estás tratando de hacer, o me iré por mi cuenta y te dejaré en este lugar, no me importa si tardo más en llegar a casa.

Frustrado, el chico apartó su mano, y dio unos pequeños pasos hacia atrás.

El sonido de los pasos y el rostro asustado del pelinegro provocaron que Ryu volviera de esa linda fantasía, por lo que trató de calmarse. Respondiendo de la manera más serena que pudo, dijo.

-Lo siento, me sobre exalté un poco, estaba muy emocionado por al fin enseñarte este lugar que olvidé expresarme mejor. Ahh... bueno... quería tener una cita contigo porque tenía mucho tiempo que no lo hacíamos. La primera y última cita que tuvimos fue esa vez en la que me enseñaste lo que eran los raspados en la cueva, desde ese día, ya no volvimos a tener una...

-¿Ah?, ¿de qué hablas? Si siempre salíamos a pasear o hacíamos viajes a otros reinos, eso cuenta como citas, además, ¿cómo recuerdas ese término? Es una palabra de mi idioma de cuna... solo lo mencioné una vez...

Avergonzado, el dragón se colocó frente al chico y sujetó uno de sus dedos índices.

-Bueno... es que eso no califica como citas, Alya me explicó que cuando sales con ese alguien que hace tu corazón latir, tienes que dar lo mejor de tí para impresionarlo y consentirlo... en ese entonces, no me esforzaba por tenerte a mi lado porque pensaba que siempre estarías conmigo... y como era de esperarse, me equivoqué, por eso... recordé cada palabra que me dijiste ese día, y esa palabra resonó en mi interior; los humanos de este mundo lo conocen como ciros, pero me gustó más tu manera de llamarlo, recuerdo que lo dijiste de una manera tan nerviosa y torpe, que me hizo recordar ese momento miles de veces al día, fue muy lindo...

El corazón del chico palpitaba como loco, sentía una emoción que no podía explicar. El dedo que agarraba con delicadeza aquel hombre tan imponente parecía que ardía, su respiración comenzaba a hacerse más rápida y confusa, por lo que trató de pelear con esos sentimientos que lo hacían perder la cordura.

-En el jardín... tú... nunca mencionaste que esto era una cita... sino yo...

-No hubieras accedido, lo sé, por eso le pedí a Alya que me explicará algunas cosas que desconocía, y que me ayudara a hacerte salir. Esa es la razón por la que ella se llevó a los niños, si te decía que quería estar a solas contigo... no sabía cómo lo tomarías... 

Al ver el gesto desanimado del dragón, Briel se asustó aún más, así que lo apartó y rápidamente se dirigió hacía la puerta ya que su mente era un tremendo caos, y su cuerpo un nido de emociones que no podía describir. La única respuesta que llegó a su desbordada cabeza, era el escapar a toda costa sin mirar atrás y correr lo más lejos que pudiera, sin embargo, algo lo impulsó a dar una última mirada al rostro del moreno y sin esperar lo que presenció, quedó boquiabierto, pues parecía que aquella enorme criatura estaba a punto de ahogarse en una desesperación que trataba de ocultar tras una firme mirada.

El amante del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora