Capítulo LVI - Luna de miel

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Después de escaparse de la fiesta terminadas las nupcias, Ryu y Briel se dirigieron a su hogar. Una vez confirmando que todo estuviera listo para poder ausentarse por dos semanas enteras, sujetados de las manos, saltaron hacía el estanque que decoraba su jardín pues fungía como una especie de portal que conectaba con el lago de la cabaña que Ryu le había regalado hace un tiempo atrás.

Como los gemelos estaban un poco inquietos y no lograban canalizar del todo su energía gracias al entrenamiento, Briel no quería dejarlos tanto tiempo sin supervisión, ya que de alguna manera, era el único que podía mantenerlos calmados, lo cual no era de extrañarse, después de todo, era su madre.

Por lo tanto, con algo de tiempo e ingenio, sin ser una tarea sencilla, el dragón logró dicha conexión para poder tranquilizar a Briel, ya que quería estar cerca de sus hijos por si ocurría algo de lo cual preocuparse, y literalmente, siguiendo los deseos de su ahora esposo, ambos estaban a un brinco de distancia. Algo peculiar que había en el portal, era que solo quienes compartían la sangre de esos dos podrían cruzar, por lo que quedaba restringido a prácticamente sus descendientes, o a familiares como Giri.

Al atravesar el portal, Briel se acostó en la orilla del lago, pues parecía ser parte del interminable cielo estrellado que los acompañaba esa noche.

Suspirando sin poder apartar la mirada, empezó a reflexionar.

-Ah~ quién lo diría, ahora estamos casados... soy el esposo de una lagartija gigante.

Dejando salir unas pequeñas risitas de enamorado, Ryu enderezó al azabache para poder secarlo adecuadamente.

Al voltear a ver a sus alrededores, Briel quedó perdido en el paisaje, ya que el campo estaba cubierto de flores silvestres blancas, azules y purpuras, las cuales parecían resplandecer gracias a la luz de la luna. Impactado por ver florecillas incluso en el lago y pequeñas bases flotantes de madera que contenían velas decoradas, quedó aún más boquiabierto al notar algo que no recordaba...

-Este tipo de flores silvestres no nacen en estas tierras, además...  ¿por qué hay una pequeña isla en el centro del lago? Vinimos el otoño pasado, y eso no estaba...

Sonriendo, Ryu sujetó su mano y comenzó a besarla.

-¿Te gusta? Con mi maná puedo controlar no solo el clima de estas tierras, hice algunos ajustes para nuestra luna de miel, quería que todo fuera diferente y que a toda hora disfrutaras de una bella vista.

Con un ligero sonrojo sobre sus mejillas, al comprender todo el arduo trabajo que el dragón tuvo que haber realizado para poder regalarle tal paisaje digno de cualquier pintura real, el pelinegro lo abrazó fuertemente, y con un tono bajo, respondió.

-¿Cómo no va a gustarme? Es hermoso... lagart...Ryu... gracias.

Como si fuera un perro siendo alabado por su dueño, parecía que Ryu movía su cola de emoción, por lo que, en un parpadear, lo cargó entre sus brazos al tradicional estilo princesa, y lo llevó a la pequeña isla, en donde se encontraba una especie de glorieta de madera que cubría gran parte de ella. 

Al abrir sus ojos, el sonrojo del pelinegro se extendió hasta sus orejas.

Sentado sobre la orilla de una suave cama con esponjosas sábanas blancas en el centro de la glorieta, Briel quedó admirado por tantos detalles, pues incluso del techo caían hermosas lavandas y los pétalos caían delicadamente sobre ellos.

En ese instante, el pelinegro tapó su rostro con ambas manos para tratar de calmarse, parecía que su corazón saldría de su pecho en cualquier momento.

Arrodillándose frente a él, Ryu sujetó sus manos intentando apartarlas, se espantó un poco, temía haberse excedido con los preparativos.

-Briel, ¿te sientes bien?, ¿no te ha gustado? Yo... puede ser que me excediera un poco y por eso te sientas cohibido, lo siento...

El amante del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora