Capítulo XXIX - Escamas negras

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Un carácter fuerte es fácil de encontrar y tristemente difícil de modificar, sin embargo, cuando se conocen a los indicados, el corazón se vuelve vulnerable al cambio.

Con el pasar del tiempo, aunque discutían constantemente, Briel y Orion se habían vuelto muy cercanos. A pesar de que pudiera parecer duro, el azabache sabía que el elfo era gentil, pues a su manera, trataba de cuidarlo debido a su estado, sin embargo, sus pequeñas discusiones eran cosa de casi todos los días.

-¿Y por qué carajo ordenaste esas orugas de hielo? ¡Son muy caras!

El pelirrojo estaba que hervía de enojo.

-Ah~ pero si ya te había dicho que puedo preparar algo que te hará ganar más clientes, en este lugar hace mucho calor, no seas terco.

Mientras tanto, el chico se mostraba totalmente despreocupado.

-¡NO ME DIJISTE NADA!

- Eeeh, ¿enserio? Jeje tal vez pensé que ya te había dicho.

-¿CÓMO QUE JEJE? Más te vale que cumplas lo que dices idiota.

- Tranquilo, te van a nacer arrugas en tu cara de pasa amargada, todo estará bien, confíe en su mejor trabajador.

Mostrando una sonrisa traviesa, el chico golpeó levemente al enojado elfo en su espalda.

De reojo notó que las orejas del hombre se tornaban rojizas. -Mira que tener de jefe a un "tsundere", que lindo jajajaja

Pese a la imagen que el humano tenía de sí mismo, había algo de lo que no se había percatado...

Briel se había vuelto mucho más lindo debido a las hormonas del embarazo, así que no es de extrañar que atrajera las miradas aunque tratara de no llamar la atención. Era imposible no verlo, pues su cabello tan negro como el hollín había crecido, su piel tenía un brillo peculiar, y sus bonitos ojos grises no dejaban de brillar, incluso su aroma era agradable, y bueno, en realidad quien no lo conocía pensaba que era una mujer humana, ya que... hasta sus pechos habían ganado cierto tamaño.

El pobre pelinegro sentía que su "orgullo" como hombre había sido aplastado debido a la maternidad, pero se tragó sus inseguridades, o bueno, intentaba hacerlo, pero algunas veces regresaban por las noches. Era algo inevitable, ya que sus cambios hormonales lo hacían tener caídas muy drásticas sumado a su falta de autoestima; en ocasiones estaba sumamente feliz, en otras lloraba como una Magdalena, y en los peores momentos quería matar a todo el mundo.

El humano nunca esperó lo difícil que sería un embarazo, y para empeorar la situación, las cosas no hacían más que complicarse.

Una noche en la que ya habían cerrado la cafetería relativamente temprano a la hora acostumbrada, Briel, Giri, la anciana Alya y Orion decidieron salir al jardín para celebrar el rotundo éxito de los postres con hielo que el azabache le había enseñado hacer al elfo gracias a las orugas de hielo de las que tanto se quejó en un inicio.

Aunque quería festejar todo lo que se pudiera, Briel no aguantaba los repentinos malestares por los que pasaba.

No quería arruinar el ambiente festivo, así que se limitó a fingir. -Estoy sudando a mares, no tengo mucha hambre jejeje me iré a bañar, ustedes sigan disfrutando de la cena, por la mañana vendré a recoger.

El pelirrojo miró fijamente al chico ya que lo notaba algo extraño. -Eso no es necesario humano tonto, no puedes agacharte, yo lo recogeré porque luego haces un desastre, mmmm pero, ¿sientes algún malestar?

-Para nada, estoy bien y muy feliz por el éxito de los postres, te dije que iban a funcionar.

-Ya veo, bueno, si te sientes mal, puedes hablarme, ve a descansar.

El amante del dragónWhere stories live. Discover now