Capítulo XXVII - ¡¿CÓMO QUE DOS?!

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Los días habían transcurrido hasta transformarse en meses enteros, y como era de esperarse, Giri creció hasta llegar a estar del tamaño de aquellas serpientes que Briel había visto solo en películas de fantasía en su mundo, pues debido a que la había alimentado con su sangre, ganó gran poder y un tamaño considerable, y a la par del crecimiento de dicha criatura, el vientre del humano comenzó a crecer, y no solo eso, pues su cuerpo estaba pasando por cambios que no había contemplado en su investigación pre maternal...

-Briel, no deberías de estar cazando con esas cosas saliendo a los costados de tus piernas y de tu barriga...

La serpiente aprendió a hablar telepáticamente con el pelinegro, además de entre otros muchos conocimientos que adquirió al escuchar las historias que el azabache le contaba y lo que las otras criaturas del bosque le habían enseñado con el pasar del tiempo; Giri quería ser de ayuda, sabía que el humano no le exigía protección y que solo buscaba una amistad, pero estaba preocupada, pues para ella, ese humano era sumamente especial.

-Oye, ya te dije que no te preocupes, no me molestan esas protuberancias, así que hoy comeremos muy rico, sé que no ocupas alimento porque te alimentas de la energía natural y ya no más con sangre, pero creo que te va a gustar, ¡mira, hasta creo que puedo moler algunas vallas para hacer una mermelada como postre! Cambia tu tamaño para que puedas disfrutar por lo menos de eso, me iré a bañar al río, vomité por accidente mientras me deshacía de las partes no comestibles de lo que cacé, ¿quieres acompañarme para que te refresques?

La criatura tenía ciertas habilidades peculiares gracias al poder que adquirió de la sangre del invocado y a la energía que emanaba el bosque, por lo que podía cambiar su tamaño a voluntad, tenía un alto grado de conciencia y podía desaparecer su espíritu como Briel, entre otras cosas.

Preocupada por la salud del chico, la serpiente encogió su gran cuerpo hasta llegar al tamaño de una serpiente normal, y entró al río junto al humano. Al ver la irritación que presentaba en su cuerpo debido a las extrañas cosas que estaban surgiendo de su piel, la serpiente comenzó a hablar con el alegre chico que no dejaba de contarle como había encontrado un nuevo arbusto con grandes vallas azules.

-Briel... ¿puedes escucharme?

El azabache al notar el tono más serio de lo usual de su amiga, dejó de hablar y asintió.

-¿Qué pasa Giri?, ¿te sientes mal?

-No, no es eso, es solo que... por los grabados que he visto de tu registro, han pasado 6 meses desde que llegamos a este bosque, tu vientre está creciendo más y más, y aparte te están saliendo esas cosas en tu piel, así que... creo que ya es hora de buscar otro hogar, no puedes estar más aquí, no quiero que te enfermes. Ocupas dormir en un lugar más cómodo, tu espalda te duele todos los días y tus pies se hinchan con facilidad, por eso yo...

Sin tomarle mucha atención a las palabras de la serpiente, el pelinegro no la dejó terminar.

- No, no podemos irnos, estaré bien aquí. El ancestral nos dió su permiso para quedarnos, no quiero irme, te tengo a tí, así que es suficiente, porque... si nos vamos...

La serpiente un tanto enojada por las palabras del azabache, estaba decidida a convencerlo, pues sabía que, si se quedaban en el bosque, el humano terminaría muriendo, pues su cuerpo reaccionaba de maneras muy extremas debido al embarazo.

-¡BRIEL! ¡ESCUCHA!, el ancestral también siente que es el momento de que nos vayamos, él quiere que vivas y que protejas a esas criaturas en tu vientre. ¡ASÍ QUE NO SEAS TERCO! TÚ NO SABES QUE...

-¡¿QUÉ?! – El humano cambió su expresión de una despreocupada a una extremadamente asustada, una palabra lo había hecho sentir un escalofrío por toda su espina dorsal.

El amante del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora