Capítulo XLVII - Un dragón atontado (pt. 1)

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El día a día que antes ya era un regalo para Briel, esos días que disfrutaba con todo su corazón al estar con aquellos a quien amaba, a partir de los acontecimientos que ocurrieron con sus pequeños y el dragón, se volvieron aún más brillantes y divertidos. Aunque todavía no podía acercarse al moreno del todo porque los nervios le ganaban, sus conversaciones y la convivencia entre los cuatro se volvían cada vez más constantes hasta el punto de que los traviesos gemelos, junto con la ayuda de su tío Orion, le jugaban travesuras diarias ya que se ponían extremadamente celosos de que se acercara al chico, sin embargo, desde el repentino beso que Briel le dió al moreno al dejarse llevar por el momento y todas las emociones que explotaron aquel día lleno de confesiones, no llegó a pasar nada más entre ellos, pues solo habían pláticas triviales y risas espontaneas como interacciones.

Ansioso por la situación, con ayuda de la abuela Alya, decidido a dar un paso más allá con él, Ryu planificó detalladamente algo que había deseado volver a vivir desde hace ya mucho tiempo atrás.

Una mañana con un agradable viento olor a calabaza y hojas secas bailando entre las sutiles ráfagas de viento, Alya junto a Giri y los gemelos, salieron para acompañar a Orion a un evento de pruebas para nuevas mermeladas, mientras que Briel se quedó a limpiar el jardín por petición de la insistencia de la abuela.

De un momento a otro, una repentina ventisca lo hizo cerrar sus ojos. Tallando la fina capa de polvo que había caído sobre su rostro, no se percató al instante, pero, al levantar la mirada, su pulso se detuvo por unos segundos. En cuestión de nada, quedó petrificado, pues por poco no reconocía a la criatura tan elegante que había causado tal ráfaga y que se encontraba frente a él.

No podía dejar de mirarlo. Su corazón latía al ritmo del "kyun~", parecía una chica totalmente enamorada.

Con una voz temblorosa, y algo tartamudo, preguntó.

-Ah...R...Ry... ¿Ryu?

Vistiendo una elegante camisa blanca con un pantalón negro, el moreno parecía un noble dando un paseo casual por los alrededores.

El dragón estaba un poco nervioso por lo que queriendo demostrar lo contrario, aclaró un poco su garganta, se acercó hacía el estupefacto chico, y sacó frente a él un hermoso ramo de lo que parecían fuertes girasoles de colores amarillos vibrantes.

Ante tales repentinos actos de caballerosidad, Briel no sabía qué hacer ni cómo reaccionar, así que solo se le quedó viendo al ramo.

Tratando de mantener su voz normal, el moreno tragó saliva, se acercó aún más al chico, y lo miró directamente a los ojos.

-Te... bueno... ammm...te traje estas flores.

El humano volvió en sí al ver que Ryu extendió sus brazos para darle el ramo. Nervioso hasta la médula, Briel lo agarró con cuidado y en automático respondió.

-Gracias...ahh– Soltó una pequeña risa nerviosa.
-Nunca me habían dado flores, perdón si me veo raro... estoy algo nervioso, me tomó por sorpresa.

Cabizbajo, y como si se tratara de un gigantesco perro mostrándose desanimado ante su dueño, respondió.

-Es mi culpa... soy un idiota, debí de haberte tratado mejor cuando estábamos juntos en el reino... yo... lo lamento.

-¡No! Ryu... no es tu culpa, no lo dije por eso... es solo que... están muy bonitas...

Atontado por la hermosa vista frente a él, el peliblanco se abstuvo de tocar su brillante rostro, solo sus pensamientos comenzaron a salir.

-Esas flores me recuerdan a ti, sus colores tan cálidos y esa actitud tan perseverante al buscar tan desesperadamente la luz... alegres, fuertes y llenas de vida. Si reencarnaras para una próxima vida, de seguro serías una de ellas.

El amante del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora