Capítulo XXIV - Un lascivo deseo

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Desde que Briel se enteró de la situación tan drástica por la que estaba pasando su cuerpo, uno de los pasos más grandes que le faltaban por tomar era aceptar su realidad, lo cual no fue nada fácil, incluso después de que entendió que no se trataba de ningún hechizo malicioso, o una simple broma, seguía sin estar por completo racional, no obstante, eso no le impedía reaccionar ante el estrés.

Una de las frases que la doctora Kamali le había dicho cuando le dió la noticia, se le quedó más que grabada en su mente.

"Tu pareja debe de darte energía todos los días para que tu cuerpo no se sienta ansioso, esto no es un trabajo que puedas afrontar tú sólo, él debe de protegerte"

Era algo contradictorio a lo que dictaban los catastróficos escenarios en su cabeza, además de comprender que no era más que un concubino; el chico llegó a pensar en que simplemente tal vez no entendió el concepto de amor que tenía Ryu, probablemente se trataba de choques culturales o un simple capricho, pero, debido a la situación enseguida empezó a pensar caminos en los que pudiera obtener energía de Ryu aunque estuvieran alejados, pero, debía de impedir que el dragón le siguiera el rastro, ya que quería evitar ser motivo de una guerra, y sobre todo, odiaba el hecho de tener que aguantar a esa mujer a lado de él.

Como era de esperarse, el ingenio del chico le hizo crear todo un plan, el cual ya estaba casi completo, solo le faltaba el paso final;

Tener una noche salvaje de sexo que le permitiera impregnarse de la energía del dragón antes de irse, pues necesitaría de mucha fuerza y tranquilidad física al igual que mental para afrontar el largo viaje que le esperaba.

Aunque le diera pena actuar y pensar de esa manera, una picara seducción era la clave para el éxito de su plan.

Mientras el moreno no dejaba de juguetear con el cuerpo del chico, el humano solo subía de temperatura, se sentía más caliente y lujurioso de lo usual.

Tapando su rostro con ambas manos temblorosas, le dijo al dragón en voz baja.

-Ryu... deja de jugar...abajo...no dejo de temblar.

Un hilo imaginario que representaba la poca razón que le quedaba al peliblanco se rompió al ver que el chico humano le abría las piernas de una manera muy linda.

Briel sintió un poco de repelús cuando vió la mirada perdida del hombre y la disimulada manera en que lamía sus labios.

En ese momento sintió el verdadero terror...

-Oye... lagartija lujuriosa...deja de ver mi agujero que siento que lastimas lo que queda de mi inocencia anal...Ryu... ya basta.

De golpe, el peliblanco levantó las caderas del azabache, y colocó su trasero cerca de su boca.

Al ver más de cerca los afilados dientes del dragón, Briel comenzó a asustarse.

-LA...LA...¡LAJARTIJA! ¿QUÉ HACES? ¡BÁJAME! No pongas mi trasero cerca de tu cara, ¡ESTÁ SUCIO IDIOTA! – El pobre no dejaba de tartamudear y de ponerse colorado.

El moreno solo sonrió, y sin hacerle caso, con una traviesa voz continuó con el acto...

-Gracias por la cena.

-¡OYE!

Y sin más que esperar, su larga lengua comenzó a lamer el pequeño ano del pelinegro. Cuando pudo sentir al intruso en sus partes nobles, un escalofrió recorrió la espalda del chico, pero, aunque él no lo quería aceptar abiertamente ante el moreno, lo estaba disfrutando como nunca; el sentir la humedad cálida de la lengua del dragón jugando alrededor de su ano, y las repentinas estocadas cuando introducía su lengua con delicadeza por ese lugar, provocaban que las orbitas de sus ojos se tornaran blancas, la sensación era indescriptible, pues, aunque Ryu ya había hecho eso en ocasiones anteriores, era la primera vez que se sentía tan sensible, probablemente era a causa del embarazo...

El amante del dragónWhere stories live. Discover now