Capítulo XLII - Un ataque de pánico y un humano experimentado

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Era algo confuso...

Antes de su parto en aquel ojo de agua, el miedo a morir que antes solo vagaba en su mente ocasionalmente, se había esfumado, pues creía que tal vez esa era la mejor opción que alguien como él pudiera desear, sin embargo, el conocer a esa legendaria bestia y sentir por primera vez la calidez de los gemelos, provocaron que el chico desarrollara un miedo que antes no tomaba en cuenta; el solo hecho de pensar en cerrar sus ojos en un profundo sueño y que su alma se esfumara debido a su peculiar condición, era algo que comenzaba a echar fuertes raíces en su forma de vivir.

El miedo lo dominaba en sus peores noches, y la ansiedad lo mantenía alerta en sus mejores días.

Un poco después del nacimiento de los niños, su ansiedad y depresión se profundizaron por un tiempo, pero, como todo en este mundo, el cambio es inminente, por lo que, aunque el humano sufría de altibajos... su amor por la vida y su deseo de envejecer viendo crecer a esas alegres criaturas se hacía más grande que sus antiguos pensamientos de muerte, por lo que comenzó a preocuparse más por sí mismo.

El dragón impresionado por este cambio de actitud, atontado al notar que la habitación de Briel y de sus hijos estaba cubierta de un montón de preparaciones herbales, de la pared colgaban extraños ramos con flores medicinales secas y alrededor de la camita flotante de los gemelos, curiosas flores blancas enfriaban la misma. Sin saber qué hacer al ver al humano cubierto en sudor y con fuertes temblores recostado sobre su cama, Ryu comenzó a solo guiarse con su sentido del olfato para encontrar algo que pudiera ayudar, pero entre tantos aromas, solo daba vueltas por la habitación nerviosamente.

Dejando ver solo un poco de su rostro de entre esa suave cobija de algodón, Briel solo miraba con cara de "¿Qué estás haciendo idiota?" al pobre peliblanco.

Su voz parecía débil, pero se animó a hablar cuando notó la presencia del dragón en cada rincón de la habitación.

-Oye... te deje entrar por tu insistencia, pero deja de revolver mis brebajes y mis hierbas, las necesito para trabajar. En un rato me sentiré mejor, así que vete o quédate quieto.

El corazón del moreno comenzó a palpitar con más fuerza, pues después de años, sentía que esa era la conversación más duradera que había entablado con él.

Nervioso como si fuera la primera vez, el enorme hombre, solo se sentó en la orilla de la cama, y tenso hasta los dientes, preguntó.

-¿Puedo quedarme junto a ti por ahora? Me quedaré en el jardín cuando te sientas mejor...

Viéndolo con una mirada desconfiada, su corazón comenzó a palpitar cuando vió el pequeño rubor en la punta de las puntiagudas orejas del moreno.

De repente, su cabeza comenzó a justificarse...

"Ah, no quiero que esté aquí... puedo cuidarme sólo, pero... no se va a ir al jardín si le pido que se vaya ahora... además... sus orejas rojitas... se ve algo... tierno... ¡AY! ¡BASTA! Estoy delirando, ¡ES VERDAD! no me puedo mover mucho, lo necesito para que me ayude a alcanzar algunas cosas, ¡ESO ES! lo necesito para que me ayudé... no sé en qué estupideces estoy pensando... enserio estoy enfermo".

Repentinamente, el chico volvió a cubrirse por completo con la cobija, y con un tono medio de berrinche, respondió.

-No es como si realmente te quisiera aquí, pero probablemente me puedas ayudar, además de que tu energía me hace bien para estabilizar mi temperatura... aunque yo lo puedo hacer sólo, no es como si te necesitara para sentirme mejor... soy fuerte, y puedo cuidarme bien por mi cuenta como siempre... y... y...

Al notar el nerviosismo en el tono de su voz, el dragón dejó escapar una pequeña risita, pues le parecía adorable la actitud del chico.

Rojo hasta la punta de sus pies, Briel solo dejó salir un bajito "cállate" mientras que a la par... el dragón sonreía como un adolescente enamorado.

El amante del dragónWhere stories live. Discover now