Capítulo XXXIII - Como el sol y la luna; Kin y Yue

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Era curioso...

Aunque en su mundo el papel de madre era tomado únicamente por mujeres y el de padre era exclusivo para hombres, Briel se forzó a llamarse así mismo como "mamá" durante su embarazo para poder acostumbrarse a la idea. En un inicio le daba vergüenza, pues sentía que estaba siendo insultado de alguna manera por la propia naturaleza de ese mundo, se sentía como un fenómeno, sentía que sus padres estarían muy avergonzados ya que no era algo normal, e inclusive, en ese lugar al que fue invocado desde temprana edad, era algo raro que un hombre se embarazará de una bestia, no obstante, después de salir del reino de las bestias entendió que debía de dejar todos sus miedos y prejuicios a un lado, y que no tenía nada de malo tomar el papel de una madre aunque fuera hombre, no era algo a lo que se debía tener vergüenza, sino, era un gran deber que tenía que afrontar.

La espera había terminado; un día en el que el cielo estaba despejado y la brisa era helada, los dolores de parto llegaron cuando menos lo esperaba...

Agitados por lo que estaba pasando, Orion llegó rápidamente a su cafetería mientras la abuela al entender la situación evacuó con calma a todo el mundo del establecimiento.

Rápidamente adaptaron un sillón que tenían de espera para los clientes y colocaron trapos y toallas alrededor del chico moribundo, cuando prepararon todo, Alya echó un vistazo para ver la evolución del parto.

Sus ojos se abrieron como platos y el color de su piel se volvió de un tono sumamente pálido. Asustada gritó el nombre de su nieto quien preparaba el agua caliente y toallas empapadas para atender al pelinegro.

-Alya... ¿qué pasa? ¿por qué te ves así? ¡¿qué está pasando?!

-Hijo... esto no está nada bien, aún no comienza a dilatarse como debe y su cuerpo ya se ve muy débil gracias a que su temperatura corporal se está disparando, me temo que a este paso ellos... ¡NO! Si vamos con él... tal vez pueda... ¡ya no tengo que darle vueltas al asunto! Prepara las cosas, tenemos tiempo, Giri... ven aquí.

La pequeña serpiente preocupada subió a los hombros de la abuela.

-Alya... Briel sufre mucho... ¿qué puedo hacer? No me gusta verlo así...

Acariciando su pequeña cabeza, la abuela trató de darle valor.

-Vayamos rápidamente al ojo de agua que está cerca del campo de flores que tanto le gusta a tu humano. Sé que ese tamaño que tienes no es el verdadero, así que vamos afuera y transpórtanos al lugar que te indicaré, vamos a dar lo mejor para que Briel y sus bebés puedan estar junto a nosotros. Giri... ¿puedes llevarnos linda?

La serpiente decidida tomó la mochila improvisada que rápidamente hizo el elfo, y sin perder tiempo, todos salieron al jardín trasero, y activando la desaparición de espíritu, Giri volvió a su gigantesco tamaño original.

De manera seria, la serpiente les indicó. -Orion, Alya, sujeten bien a Briel, y no se vayan a caer de mi cuerpo, de esa manera nadie se dará cuenta de su presencia, ¿entendido?

Desesperado de ver al humano sufriendo de esa manera, Orion lo abrazó con fuerza mientras la abuela trataba de evitar que el chico se desmayara dándole a oler fuertes infusiones herbales.

Esquivando los puestos y la gente con gran agilidad y cuidado, Giri salió rápidamente del pueblo, y sin contratiempos, minutos después llegó al ojo de agua que la anciana le había indicado.

Al llegar, rápidamente la elfa le pidió a su nieto que lo desvistiera y que lo metiera al agua.

Orion estaba avergonzado, ya que nunca había visto el cuerpo desnudo de Briel, por lo que... el ver sus cicatrices, lo hizo impactarse, pues en ese momento entendió por qué el chico siempre fue tan desconfiado con todo el mundo.

El amante del dragónWhere stories live. Discover now