Capítulo XXII - Un obsequio

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Ante los problemas existen por lo regular dos líneas de pensamiento, el primero consiste en dejar que las cosas fluyan sin temor a perderse, y el otro, más usual de lo que se cree, es sobrepensar las cosas, tener miedo en caer, perderse en situaciones en las que no se sepa el cómo resolver las cosas, y en dónde probablemente termines lastimando a lo que más quieras en el mundo.

Para Briel, esta línea de pensamiento se volvió parte de su vida diaria, y ahora, en su estado actual, era todavía más fuerte que de costumbre.

Mientras pensaba en los escenarios desastrosos que pasarían si decidía quedarse, el chico trataba de mantener la postura; ignoró el hecho de que el dragón ni nadie hablara de esa mujer qué tal parecía no se encontraba por el momento en el reino, no obstante, las criaturas a su alrededor, y sobre todo Ryu, notaban la mirada perdida del pelinegro y su estado deteriorado de salud.

El dragón no sabía qué hacer, pues, aunque el humano trataba de ocultar sus malestares, era imposible ignorarlo; por lo regular Briel se caracterizaba por estar lleno de energía, sin embargo, ahora se veía agotado y pálido, su bonito color aperlado se había desvanecido. Su contagioso apetito disminuyó, pues sus malestares estomacales eran potentes, los platillos que tanto amaba del restaurante de la elfa Raon le desagradaban, con solo el olor terminaba vomitando, y su cuerpo, que comenzaba a ganar peso, de golpe terminó por perderlo.

Ryu estaba desesperado, sentía que la energía del chico tenía unos cambios considerables, así que cada que tenía la oportunidad le pedía ir al médico, pero, como era de esperarse, el pelinegro se negaba.

Al ver la preocupación de los demás, Briel decidió apresurar sus planes a pesar de que sus malestares lo alentaban.

Desde esa noche en la que aceptó su destino, y decidió amar y criar a su bebé el sólo, por las mañanas, después de terminar parte de sus deberes como consejero, se escapaba a la biblioteca del reino, y en secreto, en un pequeño libro, comenzó a escribir lo que encontraba en sus investigaciones acerca del embarazo en criaturas con manás poderosos, los embarazos de parejas de razas diferentes, cómo procurar la salud del feto, los posibles cambios que enfrentan los que reciben la semilla del ser con maná superior, en fin, el humano se estaba preparando, ya que sabía que no podría llevarse todos aquellos libros y pergaminos, así que quería documentarse con todo lo posible para poder cuidar bien de su bebé.

Los días pasaban, y ágilmente Briel llevaba a cabo su plan desde las sombras, hasta que un día... algo no salió como esperaba.

Por error, cuando fue a visitar a la sabia Eden, olvidó que estaba frente a una mujer que observaba a diestra y siniestra cada detalle de su entorno.

Con un pergamino en la mano, y una mirada congelante, la mujer le preguntó directamente.

-¿No me vas a decir porqué estabas trascribiendo este pergamino que estaba en mi biblioteca personal? Has estado faltado a los entrenamientos y lo entiendo, tu estado de salud no es el mejor, pero, como tu maestra, quiero que seas sincero conmigo, ¿o ese es el respeto que me tienes?

Briel se exaltó. -¡No! No es así sabia Eden, es solo que...

No podía mirarla de frente.

-¿Es tan grave?

El pelinegro confirmó con un gesto.

La cornuda suspiró, y extendió su brazo. -Hagamos esa promesa que me enseñaste de tu mundo, parece que es muy poderosa según lo que me dijiste, así que...-La cornuda le mostró su larga mano, cerró el puño dejando solo visible su dedo meñique. -Te prometo que no diré nada, así que confía en tu maestra.

Briel sintió una punzada en su corazón, por primera vez desde que recibió aquella noticia, pudo ver a alguien con total sinceridad y llorar sin contenerse.

El amante del dragónWhere stories live. Discover now