Capítulo XLVI- La lagartija grandota es, ¿qué?

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A lo largo de los años, Briel temía en mencionar su pasado con Ryu frente a sus hijos, pues, aunque eran pequeños entendían muchas cosas, así que el tratar de explicar el porqué no tenían un padre como los demás elfos o bestias del pueblo, sería todo un lío, por lo que solo hacía la referencia de que provenían de "una lagartija enorme" pero como era tan tonta y malhumorada, tuvo que esconderse y tenerlos muy lejos, debido a ello, los gemelos no tenían muy clara la imagen de su figura paterna.

Sentado frente a sus dos pequeños, el pelinegro solo suspiró y sobó su cabeza.

-Kin, Yue, necesito hablar con ustedes, así que escuchen con atención.

Su voz era amable, pero entre esa cálida amabilidad, se guardaba un ápice de preocupación nostálgica, en contraste, los dragoncitos no dejaban de mirar al hombre sentado tras su madre con total desdén...

-Mami, aléjate del cliente Ryu, te está pegando su feo olor.

-Sí mami, huele feo...

En la oscuridad del desprecio, el dragón solo los miraba tratando de no mostrar expresión alguna, pero... su mente no dejaba de culparse.

"Ahhh~ no pude hacer que heredaran otra cosa mejor, son más celosos que yo... ¿verdad? No puedo ser tan celoso como estos niños, aunque los entiendo, su madre es hermoso, dulce, cálido, lindo, inteligente, tontito, perspicaz, valiente, adorable, tiene un buen cuerpo y un gran corazón. Ahora que lo veo bien, ganó un poco más de altura, tal vez mide ¿1.63?... y aunque tuvo a mis hijos, tiene también un poco de musculatura y peso, debe ser porque siempre entrena su cuerpo en las mañanas... su rostro se volvió más brillante, huele extremadamente delicioso y..."

El dragón perdió el punto de sus pensamientos, y comenzó a salivar al ver la espalda del chico, así que no es de extrañar que los gemelos lo miraran con odio.

Al sentir el ambiente mucho más pesado tanto por el lado de los niños, y justo tras su espalda una mirada que lo quemaba, Briel se levantó y se sentó a un lado junto a Giri, provocando ahora que Ryu quedará frente a frente con los pequeños con temible mirada.

Volviendo a suspirar porque sabía que esa peculiar escenita se haría presente tarde o temprano, firme a decir por fin la verdad, retomo la palabra.

-Niños, aquí nadie huele feo, o bueno... tal vez sí porque no nos hemos bañado, pero ese no es el punto. Tengo algo que decirles, así que no sean groseros con él, y escuchen con atención, ¿entendieron? Si se portan mal, no les prepararé las mermeladas que les prometí.

Haciendo pucheros por el regaño de su madre, los niños solo desviaron la mirada y accedieron a estar calladitos.

-Bueno, ahora que están más calmados, quiero introducir bien a esa criatura.

Señalando al moreno, Briel continuó. -Él es Ryu, el dragón protector del reino de las bestias, ese lugar que les conté en donde aprendí muchas cosas interesantes y me divertí un montón, ¿recuerdan?

Yue mantuvo la mirada fija al dragón y preguntó directamente. – Es el lugar donde conociste a la lagartija grandota, ¿verdad mami?

Ryu se sorprendió, ya que no esperaba que Briel les hubiera contado un poco acerca de su existencia.

-La...la...¿lagartija? Ah~ sí cariño.

Avergonzado hasta las orejas, Briel trató de desviar el asunto de la lagartija, y continuó.

-Parece ser que sí lo recuerdan, así que... ahhh, bueno, esa lagartija es... su papá.

-Sí mami, ya nos habías hablado de esa lagartija grandota pero, ¿eso qué importa? Te dejó sólo.

El amante del dragónWhere stories live. Discover now