CAPÍTULO 2. FÁBULAS DE LA NOCHE PERPETUA

102 16 122
                                    

—Novedades.

Luna nos llamó a las siete de la mañana el día siguiente. Yo no lo podía creer; después de una noche de fiesta, lo natural hubiera sido que nos dejara dormir un poco más, sobre todo teniendo en cuenta que ella se había acostado más tarde que yo, pero qué va. Estaba completamente despierta para cuando crucé su puerta, somnolienta, aún en camisón de dormir y frotándome los ojos para quitarme las legañas.

Galaxia llegó algo después, bostezando sonoramente y con cara de estar molesta. Si no me equivocaba, seguro que no había pasado la noche sola. Nos miró a Luna y a mí de mala manera y fue a enfurruñarse a un rincón.

Era muy temperamental.

—Venga, novedades, que no tengo todo el día.

—No hay.

—¿Cómo que no hay?

—¡No, en serio! —exclamé—. Cuando tú bajaste al salón, yo me quedé dando un par de vueltas por el palacio. Y luego me fui a dormir.

No pensaba contarle nada de la carta y de que, precisamente, había estado toda la noche dando vueltas en la cama y sin pegar ojo, preguntándome una y otra vez qué significaba todo esto.

Luna alzó una ceja. Era evidente que no me creía.

—¿Y tú, qué? —Se giró hacia Galaxia, que seguía de brazos cruzados—. ¿Piensas decir también que no ha pasado nada?

Ella se mordió el labio. Sabía que estaba pasando por un dilema: por una parte quería callarse y mantener su ego de persona enfadada a las siete de la mañana, pero por otro lado se moría de ganas de contarnos lo que quiera que hubiera descubierto anoche. Y le encantaba cotillear, así que no era nada fácil seguir estando de malos humos.

—Gala —imploré.

—Bueno, vale. Vosotras veréis.

Carraspeó. Su voz estaba algo ronca, pero se tomó un tiempo para que nos preparáramos para lo que venía.

—Resulta que bajé y me encontré con Neón. Es un estudiante de la Universidad Universal —aclaró, al ver que Luna no parecía entender a quién se refería—. Está en el último año de su carrera, preparando una tesis... Ya sabéis, esas cosas. Y, bueno, pues bailamos juntos y nos tomamos un cóctel. Es muy majo, ¿sabéis? Un chaval monísimo.

Envidiaba la soltura con la que hablaba de ello. Yo no era capaz de abrirme así; cualquier mención sobre mis sentimientos o mi vida privada me hacía empezar a tartamudear.

—A lo que voy: después de dar un par de vueltas por el salón y hablar con un porrón de gente, nos encontramos con los Púlsar.

—¿El duque de Púlsar?

—E hijo.

Suspiré. Formaban parte de una de las familias de aristócratas más antiguas, y tenían tejida una red de influencias que daba bastante miedo. El problema: eran los enemigos acérrimos de la corona. Llevaban varios cientos de milenios ansiando el trono, y, aunque en alguna ocasión habían logrado que una Púlsar se casara con algún hermano del rey o que alguien de la familia hiciera de consorte durante algún tiempo, jamás habían consolidado su influencia en el poder.

Luna se enderezó.

—¿Qué pasaba?

—Estaban hablando de ti —Galaxia se aproximó más a nosotras, jugueteando con su vestido.

Me fijé en que era el mismo de anoche, no se lo había cambiado. Y no estaba abotonado bien, como si se lo hubiera puesto deprisa y corriendo.

—¿De mí?

Otro amanecer juntosWhere stories live. Discover now