A LA LUZ DEL SOL

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Cerré los ojos, disfrutando del calor que sentía cuando los rayos del astro rey lo iluminaban todo. Me aferré a mi chal de seda, que había sido un regalo de los padres de Ocaso, y contemplé el girasol que, en su maceta, reposaba sobre la balaustrada, mientras pensaba en lo rápido que habían pasado estos dos meses desde aquella batalla que cambió nuestras vidas.

Le di las gracias a la sirvienta que me avisó de que mi novio ya había llegado a la mansión. Aunque éramos pareja oficial, todavía no dormíamos juntos. Teníamos todo el futuro por delante, ya habría tiempo para eso.

Además, no había sido fácil que todos aceptaran como tal que una noble saliera con un plebeyo. Muchos aristócratas de palacio se habían opuesto desde el principio, y había sido necesario todo el tacto de Luna para hacerlos entrar en razón.

La princesa también se había encargado de que los mineros recibieran ya mismo su aumento de paga, y había supervisado en persona y con la ayuda de Cénit que las minas obtuvieran el material de alta tecnología prometido, entre el cual se encontraban escáneres de última generación y robots. Muchos comercios nuevos habían abierto en la capital, así que supuse que el plan de mi amiga estaba funcionando bien.

Neón y Ocaso estaban ocupados con investigaciones científicas, y a menudo Helio y yo los ayudábamos, aunque nosotros también teníamos nuestras propias tareas, él como segundo astrónomo y yo como joven noble influyente. El rey me había nombrado infanta, y a efectos legales era como la hermana de Luna. Tenía mucho trabajo; pese a todo, los monarcas se aseguraban de regalarnos de vez en cuando días libres. Ahora, por ejemplo, estábamos de vacaciones. En el sur.

Mis padres, después de que nuestra mansión en Canopea fuera devorada por el fuego y la magia de la Deidad (la cual no volvió a ser avistada), se tuvieron que volver a hospedar en palacio, pero mandaron rápidamente la reconstrucción de nuestra casa. Ahora estaban pasando una temporada en la Marca de la Luz, con mis tíos, muy felices porque mi tía iba a tener otro bebé. Al final, tuvieron que aceptar a Ocaso, pero no parecieron muy enfadados cuando les dije que definitivamente estaba saliendo con él, y nos habíamos besado y esas cosas. Supongo que habían comprendido que su pequeña Estela ya era algo más mayor, libre como el viento e imposible de retener en ningún lado.

En el fondo estaba orgullosa de mi nueva rebeldía. Me había costado mucho oponerme a algunas cosas, pero ahora me daba cuenta de que en realidad no era algo malo hacerlo. Formaba parte de crecer.

Me apresuré en vestirme, después de despedirme del sol. Elegí un traje largo verde que combinaba perfectamente con mis ojos y mi pelo, y me miré al espejo. Después de mucho tiempo, me sentía bonita. Había sufrido severas quemaduras y un montón de lesiones durante la batalla de la oposición, las cuales había tenido que curarme el bibliotecario, por supuesto. Era doloroso llenarse el cuerpo de vendajes y ungüentos, aunque por fortuna podíamos usar la magia en asuntos médicos, y por eso me había recuperado tan rápido. En mi piel habían quedado pocas marcas permanentes, aunque estaba orgullosa de ellas. Sonreí, y un par de hoyuelos se me formaron en las mejillas.

A Ocaso le gustaban mucho. A mí me gustaba mucho él.

Bajé al comedor principal, donde estaban preparando el desayuno. Allí se encontraban mis tíos, mis padres y también Gala y Neón. La pelirrosa tenía mucho que sanar, pero se sentía cada vez mejor. Su novio había resultado ser un apoyo no solo para ella, sino también para los demás; se había convertido en alguien muy popular en palacio, puesto que era servicial y ayudaba a todos. Su estatus había crecido de tal manera que todos veían bien su relación con Galaxia, y sabía que el rey se estaba planteando darle un título nobiliario.

A quien lo habían eximido de la política era a Quásar, por supuesto, por corrupción e incitación a la violencia. El Púlsar había tenido que devolverle su título a su padre, y tenía prohibido acceder al poder. Sus futuros hijos tendrían que ser duques por él. Estaba recluido a su mansión, y no podía salir a menos que una guardia de militares lo escoltara.

Otro amanecer juntosWhere stories live. Discover now