CAPÍTULO 26. FLORES Y FRÍO

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Muchos nobles empezaron a chillar y a correr por todas partes, sin fijarse muy bien en lo que estaba haciendo. En medio del jaleo, Whilem alzó su sable y agachó la cabeza hacia delante, mientras recitaba:

—Por los remanentes del Héroe y el Legado; por los Arcoíris, las Auroras y los Seis Hermanos, juro que diré la verdad y solo la verdad, y lucharé por la justicia y el honor, o, si no, que la desgracia de la Deidad de este planeta caiga sobre mí.

Con un rápido movimiento, volvió a envainar la espada y se puso recto de nuevo, escrutando a todos con sus ojos negros.

—Eso —explicó— era un juramento. En mi planeta, estoy obligado a recitarlo cada vez que participo en un acto político, y nunca me había dado cuenta de su importancia hasta que hoy he escuchado estas auténticas barbaridades.

Hizo una mueca de desprecio, y estuvo observando largamente al Púlsar antes de añadir:

—Mi nombre es Whilem, duque de McPockerton y gobernante de mi planeta. Vengo a interceder por la princesa Luna de Lunática: mientras ella esté viva, quedará bajo mi protección, y cualquier amenaza a ella será también una afrenta para mí. —Golpeó en el suelo con el pie—. Imploro; no, mejor: exijo que se respeten sus palabras, pues si en cualquier momento se decide cambiar sin su consentimiento el decreto que se va a firmar hoy aquí, el noble que sea se verá en guerra declarada contra mi planeta. Y no quiero ser sádico... pero lleváis las de perder.

Me sorprendí aún más. ¿Whilem se estaba involucrando en política? ¿Acaso Luna lo había traído como defensa y para evitar revoluciones? No sabía si me parecía una buena idea, pero yo confiaba en ella, y sabía que no querían causar mal a nadie, en teoría.

—Así que todos vais a firmar el decreto; con nombre y apellidos, y si alguno solo de vosotros está pensando en romperlo, entonces no es digno de pisar este palacio. Estáis sirviendo a un rey; por ende, también debéis respetar a la princesa. Y a la señorita Estela.

Asentí, con cuidado. La tensión en la sala se estaba disipando, pero no las miradas de recelo. Poco a poco, los nobles nos fuimos acercando hacia donde el primer ministro para poner nuestro nombre en el papel que este nos tendía.

Yo fui la primera en firmar.

Luna me agarró de la mano cuando terminé, y miramos juntas cómo todos los demás iban rellenando la hoja. A Eclipse hubo que ayudarla porque derramaba toda la tinta y no llegaba a la mesita, y el Púlsar firmó con el mayor desagrado que había visto nunca. Pero también había gente que sonreía, como el conde de Aire, y Whilem me guiñó el ojo para animarme cuando llegó su turno.

Por último, la familia real estampó su firma; primero los reyes y después Luna. El monarca se levantó y, antes de dar por concluida la reunión, anunció:

—Creo que todos debemos agradecer a la princesa su sacrificio por el reino. No solo ha dedicado su vida a luchar por el bien de todos, sino que se ha sometido a una operación y ha intentado por todos los medios asegurar un heredero. Puede que algunos de ustedes no estén de acuerdo con ella, pero debemos reconocer que nos está recordando cuál es nuestra misión aquí: velar al pueblo, darlo todo por ellos. Ser nobles significa ser su apoyo. Así que, solo por eso, creo que Luna se merece un aplauso.

Pensé que no, pero muchos más aristócratas de los que pensaba empezaron a juntar sus manos. Obviamente, Quásar no, pero Eclipse sí parecía divertida con todo aquello.

No se consiguió nada más aquel día. Volví a mi habitación a por mis papeles, no sin antes acompañar a la princesa a la suya y ayudarla con algunos asuntos. Whilem llamó a mi puerta poco después, y tuve que abrirlo.

—Saludos. —Inclinó la cabeza—. ¿Puedes dejarme pasar?

Asentí, y me hice a un lado.

—Antes que nada. Hace mucho que no hablaba contigo de esto: ¿están bien tus padres? ¿Ha pasado algo grave?

Otro amanecer juntosWhere stories live. Discover now