CAPÍTULO 33. CRUELDAD Y LÁGRIMAS

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Fruncí el ceño, sin poderlo creer. Con cara seria y la mirada en un punto fijo, era posible averiguar si se trataba realmente de mi amiga o si de algún modo le habían lavado el cerebro, pero pensar en la simple idea de que nos hubiera traicionado me hizo apretar los dientes.

Galaxia dejó que Quásar, riendo, la tomara de la barbilla, admirándola.

—La única persona sensata de vosotras tres. La única que entendía lo que estaba pasando y tomaba partido por el bando ganador. Ay, querida, cuánto has tenido que pasar... Tú sola.

La pelirrosa mantuvo la mirada perdida, y el noble de negro se carcajeó. Luna estaba aguantando la ira, con una expresión peligrosa, y me sentí con la necesidad de intervenir, pero ¿qué podía hacer? Las cosas simplemente no estaban saliendo bien.

Un guardia llegó corriendo y entró en la habitación, acelerado:

—Señor Púlsar, tenemos problemas. Meteoro ha tomado un destacamento en el ala norte y se está enfrentando a nuestros soldados. La batalla aquí ha comenzado.

—¡Maldición! —Quásar se apresuró a ir con él, no sin antes girarse y ordenar a los militares de la sala—: ¡Vigiladlas! Que no hagan un solo movimiento. Pronto estaré de vuelta. Galaxia, bonita, que esto te sirva de última prueba de lealtad.

Sacó una llave del bolsillo y la utilizó para cerrar la sala desde fuera (no sabía que en esta habitación se pudiera hacer eso). Nada más escuchar sus pasos desvanecerse, Luna hizo aparecer su báculo.

—Ya es suficiente.

Con una exhalación, un gran orbe de energía emanó de ella y se desplegó como una onda, aturdiendo a todos los soldados y causando que se cayeran al suelo, somnolientos. A la vez, la luz de la luna empezó a colarse por la ventana, permitiéndonos ver. Los ojos de mi amiga rielaron luz, llenos del poder del Don.

Me giré hacia Galaxia, que ahora miraba hacia el suelo. No era capaz de descifrar su expresión.

—Gala, ¿qué narices has hecho?

Luna se desplazó por la sala, pendiente de las dos.

—Maldita sea, nosotras confiábamos en ti —me alteré—. ¿Cómo se te ocurre ponerte de parte de ese... ese... ese fantoche?

—¡No tuve elección! —estalló ella, con los ojos echando chispas—. Estela, te juro que yo no quería haceros nada malo, pero...

—Quietas las dos —ordenó Luna, atrayendo nuestra atención.

La princesa se arrodilló en el suelo, delante de Eclipse, que seguía con expresión traumatizada, sin decir ni una sola palabra.

—Mira que es tonto... Jamás va a ganar —se giró hacia nosotras, con astucia—. Su única vía para el poder, y la deja aquí tirada. Es la duquesa de Alba, con la autoridad de comandar al ejército. ¿Ha obtenido Quásar de algún modo el poder de su padre, Gala?

Me sorprendió cómo seguía confiando en nuestra amiga, así sin más.

—Quásar no es la cabeza de la oposición, es el brazo —informó ella, abrazándose sobre sí misma—. No busca el poder para él, por lo que no lo tiene.

Asintiendo, Luna abrazó a Eclipse, cogiéndola en brazos e incorporándola con ella.

—De momento, nosotras nos hacemos con el control de esta niña. Hay que escapar de aquí. —La princesa se acercó a la ventana, inspeccionando sus alrededores—. ¿Quién es entonces el líder enemigo, Gala?

—No debería daros más detalles —gimió—. Si Quásar descubre que os estoy ayudando, me matará.

—Tranquila, eso no va a pasar. Antes de que vuelva, ya habremos escapado. —Luna se acercó a ella—. Dinos todo lo que sepas.

Otro amanecer juntosWhere stories live. Discover now