Capítulo 20 🎻

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Raven

Me limité a saludar a la multitud desde la ventana, sonreírles y en silencio hice una promesa de que pronto los conocería personalmente. Krestel se mantuvo al margen de la atención. Aún no está listo para enfrentarlos. La relación con su pueblo es complicada.

Sé que no todos fueron responsables, pero su actitud está justificada. El día que New Hope persiguió a mi familia con antorchas no quise quedarme ahí nunca más. Deseé que se hundieran y lamentaran haber traicionado a los Karlsson. Conservo mi lado oscuro al igual que muchos.

—¿Quieres hacer algo especial hoy?

Miro a Krestel con una sonrisa. El viaje nos ha unido y no puedo esperar a disfrutar las próximas aventuras con él. Nos esperan tantas cosas. Buenas y malas.

—Solo ver a mi hermana —contesto —. Comer algo y dormir. Sigo agotada.

Los ojos de Krestel brillan con diversión y quiero golpearme por el comentario. Aumenté su estúpido ego. Adora saber que me ha marcado. No solo en sentido literal. También físicamente. Hay cambios en mi cuerpo que delatan sus toques. Hoy me miré al espejo y noté dos pequeños agujeros en mi cuello. No se borrarán pronto.

—Necesitas fuerzas y comer te ayudará —dice él —. Alimentar a tu compañero es una tarea agobiante. Te robé energía cuando bebí tu sangre.

Toco la marca en mi cuello. Pulsa como si tuviera vida propia y el recuerdo de sus colmillos en mi piel me genera una sensación de calor y excitación. Semanas. Krestel me advirtió que me sentiría así durante semanas.

—Deja de decirlo como si fuera un acto terrible.

Sus cejas se juntan.

—Tu bienestar es importante —recalca por milésima vez.

—Sé que sí —Sigo sentada en su regazo y la cercanía me empapa de su aroma. Por no hablar de su boca. Su aliento a vino es tentador y sus labios perfectamente besables. Los recuerdo haciéndome cosas agradables y sucias —. Pero es irritante que dudes de mi fuerza. No me trates como una chica frágil. Soy tu reina.

Desvía los ojos, centrándose en la ventana.

—Nunca podrás matar el hambre de un monstruo.

—Pero sí domarla —susurro.

—Viene con un precio.

—¿Cuál?

Me mira.

—Te conviertes en uno.

La tensión y la incertidumbre hacen estragos a mi cabeza. El día que puse un pie en Arkos sabía que no volvería a ser la misma. Tenía que dejar atrás a la niña y dar entrada a la mujer que vino a reclamar la corona. No había tiempo de dudas o inseguridades.

Solo vencer a mis mayores miedos.

Entregarle cada retazo de mi alma a Krestel.

—Tal vez ya lo soy —respondo cerca de su boca.

Se apodera de mis labios, dándole rienda suelta a sus emociones. Hay una necesidad y posesión inigualable en este beso. Me devora como si fuera el bálsamo que calma el dolor que anhela todos los días.

Soy la única que lo complementa.

Fuiste hecha para mí...

Nuestras manos son como imanes mientras empiezo a desabrochar los botones de su camiseta. Krestel está cerca de arrancarme la falda del vestido, pero entonces el carruaje se detiene y anuncian que llegamos al castillo. Oh, mierda. ¿Acaso nunca vamos a detenernos? Oculto mi rostro avergonzado en su cuello y él se ríe con la respiración agitada.

Una Melodía MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora